Cuarta parte capitulo X hasta Anexos





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El Político liberal defensor de su País y del tesoro económico, ecológico y cultural que guardaba. Diputado provincial y Valedor de sus paisanos
El capítulo – III – se titulaba: El estratega defensor de su tierra de la invasión francesa, en este que iniciamos, no nos referiremos a la defensa militar de la Sierra de Segura, el país de nuestro personaje, sino a la defensa que marcó toda su vida, la conservación de los bosque de su tierra, su mayor riqueza económica, como también la riqueza ecológica y cultural de dicha tierra, que dieron a conocer en sus escritos, tanto D. Pedro como su hijo menor.
Al final del capítulo –V- se trascribía un párrafo sacado del libro de Juan de la Cruz, titulado: Estudios sobre el Ramo de Montes. Trascripción que nuevamente recordamos mutilada: “Con la muerte de Fernando VII acabó la absurda y malhadada administración de sus ministros,....El ramo de montes no fue desatendido porque al momento se publicó la ordenanza de 22 de diciembre de 1833.....”.
Posiblemente el autor del párrafo anterior, por las mismas razones que no le permitían “hacer los sagrados vínculos de sangre”, como también escribía en sus Memorias, al referirse a su padre el Ilustrado Administrador de Segura, también omite la intervención de éste en la redacción de un Informe, ya referenciado, que en el año 1829, entregó en la Secretaría de Hacienda. Y como resulta de estas gestiones, el rey nombró a seis Señores, como reiteradamente se ha dicho, entre los que se encontraba D. Antonio Sandalio de Arias, para que redactaran las ordenanzas referidas.
A raíz de dichas Ordenanzas se nombra a D. Antonio, Inspector de la Dirección General de Montes creada por Javier de Burgos en el Ministerio de Fomento. El nuevo Inspector de Montes no olvida las intervenciones de su amigo años anteriores, en 1822 en el borrador de las Ordenazas y en 1829 como se decía en el párrafo anterior, por lo que con su apoyo, D. Pedro inicia en 1833 una brillante carrera político-administrativa, como se testimonia a continuación.
Por Real orden del 22 de febrero de 1834, se le confiere comisión regia “para que examine la administración de los montes de Segura de la Sierra, Almadén, Río Tinto y para otros objetos importantes al mismo ramo”. La minería antes y después del tiempo al que nos referimos, consumía madera en rollo, apeas, y escuadrada para entibar y forrar las galerías, por lo que cada zona minera tenía adscritos montes para el suministro de maderas. De ahí, que como se recoge en el Informe de D. Agustín Álvarez de Sotomayor: “Las minas de Linares desde su creación tuvieron designados los montes de dicha villa, Baños y Martín Mulo”.

También en el mismo año de 1834, el 22 de noviembre, el Ministro de la Marina ya había dejado el Caserón de Orcera, se nombra Comisario de Montes de Segura[1] a D. Martín de Foronda y Viedma, “previniéndole informe con antecedentes, sobre abusos escandalosos cometidos por los subdelegados de Alcaraz, Yeste, Cazorla y de D. Pablo García Zúñiga que lo había sido últimamente de Villacarrillo”.
El nuevo Comisario de Montes de Segura, Martín de Foronda, con cargo de subdelegado, pronto se dio cuenta que podía hacerse rico como los Ministros de la Marina que le precedieron, subiéndose el sueldo. Aumentó el número de guardas, les subió también el sueldo y se embolsó los dineros del arbitrio de pastos de Guadalmena.
A lo anterior se añade el trato vejatorio a los vecinos, cobra guías a los trajinantes de maderas y también cobra licencias por el ramoneo y hasta por la corta de madera para aperos de labranza. Pero allí estaba al que podemos denominar Ilustre Valedor de sus paisanos para defenderlos. Denunciando no solo los abusos referidos, también la malversación llevada a cabo por el nuevo comisario, en el negocio montado con la venta de pinos.
Responde el denunciado a las acusaciones, reconociendo la venta de pinos, da como pretexto, que se había hecho para pagar a la guardería porque no había fondos; pero claro está, no dice nada de los que se embolsó del arbitrios de pastos de Guadalmena. Insiste el denunciador dando lugar a una polémica entre Foronda y Martínez, que termina, cuando éste le acusa de haber desempeñado el cargo arbitrariamente y sin sujetarse a las Ordenanzas. Y lo mas grave, “que había usurpado la jurisdicción ordinaria, y se habían producido tales daños a los montes como jamás pensaran los naturales del País”.


De esos daños nos da cuenta su hijo en sus Memorias, en los párrafo que se trascribía en la Introducción y que ahora es obligado repetir: “Acéfalo el establecimiento de los montes de Segura,...en el año de 1836, los Ayuntamientos, los particulares, todos se persuadieron de que la hora de destruir los montes había sonado, y así fue que las talas y cortas de árboles de aquel año y siguientes son asombrosas, sin exageración”.
También en las Memorias se apunta como una de las causas de “las talas y cortas de árboles de aquel año y siguientes”, un decreto de las Cortes, que destrozó las Ordenanzas de 22 de diciembre de 1833 “y causó males tan trascendentales que será imposible reparar”.
La etapa más brillante de la carrera político-administrativa de nuestro personaje culmina, como se trascribía de las Memorias en capítulos anteriores y ahora también es obligado repetir, aunque mutilada: “....en el año 1837 se puso al frente de la administración de montes un hombre cuya apología no me permiten hacer los sagrados vínculos de sangre; ...el que sin guardas, sin manos auxiliares, sin nada absolutamente, ha sabido si no cortar el mal de raíz...., por lo menos contenerlo acertada y prudentemente”.
La ejecutoria del celoso e ilustrado Administrador del Partido de Segura, se recoge en el capítulo anterior, donde se glosa el Informe del Gobernador Civil de la provincia de Jaén D. Agustín Álvarez de Sotomayor, del que es autor casi exclusivo, D. Pedro Fernando, que hace una encendida defensa del ramo de montes, incluidos los de su tierra cuya producción valora en reales, como se recoge al final del capítulo – VIII - . Concluimos con las referencias al tesoro económico para pasar a otro tesoro, el ecológico de la Sierra de Segura.
Una vez mas tenemos que reiterar, que el autor de las Memorias, Juan de la Cruz, por su edad, 22 años, y por su carrera, Licenciado en Jurisprudencia, no tenía conocimiento de muchas materias de las que trata en su libro y entre ellas, la que se expone en la Memoria Segunda, titulada: Sobre los vegetales del Partido de Segura. En la redacción de dicha Memoria copiaría papeles de su padre, papeles que éste guardaba de los inventarios florísticos por él realizados, previa consulta y con la colaboración de su amigo Botánico, D. Antonio Sandalio de Arias.
La riqueza ecológica de la referida Memoria Segunda queda plasmada desde el principio y en la introducción de su Párrafo 1º, exalta la Biodiversidad al escribir: “Uno de los dones que la providencia ha concedido a los mortales es sin disputa alguna la inmensa variedad de árboles que forman nuestros hermosos bosques y deliciosas arboledas, y en la conservación de aquellos y estas deben interesarse todos los hombres amantes de la hermandad y del bienestar de sus semejantes”.
A esta bella reflexión siguen unos párrafos de disculpa del autor al abordar: “...Materia tan vasta para ser tratada debidamente una pluma mejor cortada que la mía....Tampoco es posible dar una idea acabada de cuantos vegetales pueblan esta comarca privilegiada...”. Acabando las disculpas de esta forma: “Nuestro propósito en suma, repetiremos una y mil veces, es instruirnos y ser útil al país, para conseguirlo pondremos todos los medios que a nuestro alcance estén”.
Pasando al que sin duda es el primer Estudio Florístico de la Sierra de Segura y en concreto al párrafo 2º, De los árboles y arbustos, de los que muy pocos se deja sin citar, según los conocimientos de Botánica Forestal del que esto escribe. Y lo más sorprendente, une a los nombres vulgares de los árboles con los que eran conocidos en su país, los nombres científicos en latín, según nomenclatura del científico sueco Linneo, lo que demuestra la intervención del Botánico Sr. Arias.
Como curiosidad botánica, entre las especies de pino hoy existentes, describe una desaparecida, el Pinus sylvestris, del que dice:”... su madera es muy semejante a la del pino de Escocia y de calidad nada inferior”. No hay duda que se trata del pino silvestre, cuya madera es conocida en España como de pino de Balsaín. Los bosques más australes de Europa en los que se conserva este pino, son en la Sierra de Baza y en la cara sur de Sierra Nevada. Posiblemente, a mediados del siglo XIX, dichos pinares granadinos se enlazaba con los de la Cordillera Ibérica (Cuenca), a través de las Sierras de Segura y Cazorla.
Del pino salgareño, Pinus nigra, (antes pino laricio), distingue la calidad de su madera, superior a la del pino de Irlanda y Escocia, excelente para construcción naval y civil. De los pinos pasa a los Quercus, encina y roble, cuyas maderas también servían para construcción naval, su corteza para curtidos, sus bellotas para alimento de cerdos y jabalíes, y muy importantes para la ganadería extensiva por el ramoneo.
El Párrafo 3º del Estudio Florístico que seguimos, se titula: De las plantas y yerbas y se inicia: “Habiendo adoptado para nuestros trabajos la división imperfecta, según el sentir de los inteligentes, y que generalmente se hace de los vegetales, en árboles, arbustos, plantas y yerbas; y habiéndonos ocupado de la primera y segunda clase en el párrafo primero; principiaremos en este segundo a poner de manifiesto los vegetales de la tercera y cuarta que estimemos convenir”.
La primera planta que cita y describe es el tomillo, “thymus vulgaris varietas”, le sigue el Lirio amarillo, el Orégano, la Pamplina,..., el Espliego, la Zamarrilla, el Cantueso,...., la Borraja, el Crisantemo, el Culantrillo de pozo,..., la Peonía, la Lechetrezna, la Adormidera,... y la última, la Zarzaparrilla. Terminando: “Basta ya, amigo lector, basta el número explicado de vegetales para no abusar de tu paciencia. Si mas nos extendiésemos te atediarías y te abrumaría un fastidio inexplicable”.
Para terminar con el tesoro ecológico que guardaba y guarda los Montes de Segura, trascribimos la pregunta que se hace el autor de las Memorias y parte de su contestación.
“¿Qué diremos de este país por sus aires, montañas, aguas, metales, calidad de sus terrenos, árboles, arbustos, plantas y otras muchas cosas?
Diremos que sus aires son puros, purísimos, saludables, vigorizan asombrosamente la vegetación y nos proporcionan unos bienes sin cuento. Sus montañas son elevadas, ásperas; son las arcas de nuestras abundantes y cristalinas aguas, y la habitación del ligero gamo, del cerduno jabalí, del lobo voraz y de otros muchos y varios animales que las pueblan. Las aguas son riquísimas, puras, digestivas y abundantísimas, y destinadas solo a apagar la sed de los naturales, a purificar los aires, a alimentar sabrosas y exquisitas truchas, peces, anguilas, y a fecundar los campos prodigiosamente”.
Por último, del tesoro cultural, sólo resumiremos de los dos libros de Juan de la Cruz, las Memorias y el Estudio sobre el Ramo de Montes, la documentación histórica que sin duda le proporcionó su padre, por las razones antes dichas de su juventud y desconocimiento de otras materias ajenas a un Jurista.
De la Memoria Primera: “Antigüedad histórica de Segura”, obviamos el Párrafo 1 y sólo apuntamos: “El Rey D. Alfonso dio a los caballeros de Santiago Segura y sus tierras...”. Esto es plenamente histórico, como recoge la Bula Pontificia de Inocencio IV, fechada en Lyón el 7 de septiembre de 1243. Este documento trascribe la carta que expide en Murcia, en fecha 5 de julio de 1242, el Infante D. Alfonso (después rey Alfonso X), donando al Maestre de la Orden de Santiago, D. Pelayo Pérez Correa: “...la dicha Segura...con todos sus términos nuevos y antiguos...”. (Páginas 91, 92 y 93 del libro Cosas de Moratalla).
Al final de las Memorias se recogen con el título de NOTAS una documentación histórica, que estamos seguros copió su padre de los originales guardados en diversos archivos, en su época de Escribano de Numero y Notario del Reino. Dicha documentación es la siguiente:
NOTA NÚMERO 1º: FRAGMENTO del Libro de fuero de Segura.[1]
NOTA NÚMERO 2º: PRIVILEGIO DE BAYONAS antigua Villa de Segura
NOTA NÚMERO 3º: “Ramón López Cavañero, Escribano del Rey N. S. público    del número de esta villa, y único secretario del Ayuntamiento Constitucional de    la misma.- Doy fé:...”. Describe seguidamente la reunión de los comuneros del    partido de Segura celebrada en el monasterio de nuestra Sra. de la Peña, el 27 de   Julio de 1580, por las que los vecinos se dieron sus propias Ordenanzas, después          ratificadas por Felipe II al año siguiente, el de 1581.
NOTA NÚMERO 4º: Carta del Rey Carlos I, de fecha 31 de Julio de 1523,    contestando la presentada por varios vecinos de Siles en el capítulo general de la         Orden de Santiago celebrado en la villa de Valladolid.
NOTA NÚMERO 5º: Carta del Rey Enrique IV, dada en Salamanca el 6 de  Febrero de 1476, a favor de D. Alfonso Vázquez de Acuña, Obispo de Jaén,    resarciendo las tropelías hechas por el tirano D. Pedro Girón.
NOTA NÚMERO 6º: Ordenanzas sobre las Sierras de Agua
NOTA NÚMERO 7º: Distinción concedida por la Marina a Miguel Fernández   Magaña, vecino de la villa de Villanueva del Arzobispo.
NOTA NÚMERO 8º: Decreto del Consejo de Regencia por el que: “Se derogan        y anulan en todas sus partes todas las leyes y ordenanzas de montes....”
NOTA NÚMERO 9º: Sentencia dictada en Infantes el 8 de Julio de1532, por la  que se resolvía los continuos pleitos y disputas entre las villas de Segura y Siles,        
NOTA NÚMERO 10º: Soto de San Agustín de Bayonas.
NOTA NÚMERO 11º: Real Orden de 3 de Febrero de 1713, dirigida a los    Reverendos Priores, Vicarios Generales, Provisores, Párrocos, y otros  cualesquiera. Prelados de los Conventos y territorio de las Órdenes de Santiago,  Calatrava, Alcántara y Montesa.
Pasando a la ejecutoria del cargo político del título de este capítulo, el de Diputado Provincial, mis amigos Eduardo Araque y José Domingo Sánchez, profesores del Área de análisis geográfico de la Universidad de Jaén, citados reiteradamente, también me proporcionaron otros documentos donde se trascriben intervenciones del Diputado que nos ocupa, el primer folio de uno de esos documentos reza así:
“Decreto = Ayuntamiento constitucional de esta Villa (Pontones)
En vista que lo que lo solicitan los contenidos en esta anterior solicitud; desde el competente curso a la posible brevedad? Dentro del presente mes; para lo cual estando estos de consuno (hoy consenso) y acuerdo con esta Municipalidad, se haga la Esposición devida a la Excma. Diputación de esta Provincia para que derrame su Providencia al logro de lo que tan justamente desean y que a la vez esta corporación lo ansía para disfrutar de igual satisfacción. Pontones 18 Septiembre 1841.”. Este decreto lo firman el Presidente, el regidor primero y el Secretario.

La providencia que justamente desean y ansían los vecinos de la villa de Pontones, se había demandado a su Diputado Provincial cuatro años antes, en 1837. Precisamente en el año en que dicha población pasa de aldea/arrabal de Segura a villa y era lógico que su Ayuntamiento Constitucional, también solicitase de dicho Diputado, gestor de la independencia municipal, incluida la delimitación de su término, la independencia eclesiástica del Vicario de Segura. Al que tenían que pagar los diezmos, primicias, voto de Santiago y demás gabelas.
Gracias al que hemos denominado Valedor de sus paisanos, los vecinos de Pontones pudieron tener un Párroco propio y tener oficios religiosos todos los días, lo que no habían tenido por siglos. Pero las gestiones de dicho Valedor, como era lógico, contaron con la oposición de la autoridad eclesiástica. De uno de los documentos que se acompaña al Decreto con el que iniciamos este capítulo, se trascribe:
“...la segregación de la iglesia de ese Pueblo de la Parroquia de Segura que es su matriz...que resulta del expediente formado sobre este particular he acordado se diga a V.V. como lo verifico que no siendo incumbencia de V.V. en mezclarse con los particulares que son privativos de la autoridad eclesiástica, deverán guardar con esta la mayor armonía sin fomentar parcialidades ni dar Pávulo a la desovediencia con que se conduce hacia su superior el teniente que sirve esta Iglesia”.
De lo anterior se deduce, que el teniente que regentaba la Iglesia de Pontones, quería ascender a Párroco propietario y de esa forma conseguir lo que D. Pedro Fernando escribe en uno de los escritos del Expediente: “...que sean dotados como es justo con 400 ducados el Párroco y dos cientos el teniente quedando los vecinos libres de esta gavela de 44 fanegas de trigo o de lo contrario serán huérfanos de la Iglesia, y no tendrán pastor que le suministre la doctrina evangélica”.
Si como le decía Don Quijote a Sancho: con la Iglesia hemos topado, el Valedor de sus paisanos de la Sierra de Segura, se enfrentó con un poderoso en dicha sierra, el Vicario de Segura y de las cuatro Órdenes; y por si fuera poco, con el cura de su pueblo, el famoso Cura de Siles, que mas tarde se significa con uno de los protegidos del General Prim y según la leyenda, hijo suyo. Cura que pasó a la historia como uno de los responsables de las cortas abusivas que se hicieron en aquellos tiempos, ¡no serían las últimas!.
Como se decía en el capítulo –IX- al contestar la 7ª pregunta del Informe del Gobernador Civil de Jaén, D. Agustín Álvarez de Sotomayor, D. Pedro, como Político liberal ataca los privilegios de los establecimientos religiosos, siendo además partidario de la desamortización.
Pero a ese enfrentamiento con el clero, se contrapone como hemos visto, su faceta de gestor ante las autoridades eclesiásticas para proveer de un cura propio a los vecinos de Pontones, para que estos tuvieran los oficios religiosos. O cuando comunica a la Diputación Provincial los abusos cometidos por las facciones carlistas con el cura de Génave. Y es que D. Pedro es un hombre de su tiempo, que como no podía ser de otro modo, ilustra su propia fe desde la razón. De ahí la frase que se trascribía mas arriba: y no tendrán pastor que le suministre la doctrina evangélica. Por el ejemplo del paralítico de la piscina, al que alude en sus escritos, puede deducirse, que nuestro protagonista era cumplidor de dicha doctrina evangélica.
Mi colaborador, Enrique Martínez Cobo, confirmando las excepciones de nuestro personaje en su enfrentamiento contra el clero; especialmente, si se trataba de un cura liberal y amigo suyo, me ha proporcionado lo que se trascribe seguidamente: "El señor D. Pedro Martínez hizo ver las noticias que se le comunican de padecimientos sufridos por D. Raimundo Velasco, cura de Génave, por las facciones que han invadido aquel fundo, y tomándose en consideración a la par que sus circunstancias particulares, se rebajó a 1.100 reales la cantidad que se le asignara por la Junta en concepto de donativo”.[3]
En esa dimensión puede contemplarse una constante que presidió toda su vida como Valedor de sus paisanos, por los que tanto trabajó en dos vertientes; primera, que los vecinos de los pueblos de la Sierra de Segura salieran de la pobreza y segunda, que sus hijos recibieran instrucción, al menos la más elemental, de aprender a leer y a escribir.
Muy difícil sería la situación de los vecinos de la Sierra de Segura en aquellos tiempos, cuando en las Memorias se dice: “Aquí solo han sabido labrar y ser pastores, empero labran por rutina, siembran sin economía, cultivan sin conocimiento de los progresos que pueden hacerse en todos los ramos de la economía rural; y así después que los naturales trabajan continuamente, yacen en la miseria y son desdichados”.
Sobran comentarios a lo trascrito, pero su autor no se da por vencido e insiste en como mejorar esa economía rural de sus paisanos, según la había enseñado su padre, Valedor de los mismos. Los pastores tenían que aprender como se mejoran las razas cruzando unas con otras, como se utilizan las leches sin dejar por ello como sacar crías, los pastos de socorro en los grandes nevazos y el aprovechamiento de los abonos en beneficio de las tierras.
A los labradores les recomienda, que las tierras más fértiles las dediquen al cultivo de lino y lúpulo, que planten moreras, “la seda que se cría en la Sierra es de muy buena calidad, pero los naturales en este ramo están muy atrasados”. En definitiva, sigue los consejos aprendidos de su padre, Catedrático de Agricultura, y posiblemente el primero que inició la expansión del olivar, como se ha dicho.
Continuando con la primera vertiente, en la que trabajó tanto el Valedor de sus paisanos, el que éstos salieran de la pobreza, la fundamentaba, en la explotación de las riquezas de su tierra, principalmente la de sus montes arbolados. Y prueba de ello es, lo que se decía al principio del capítulo –V- sobre la Escuela al Ramo de Montes, cuyas prácticas se hacían en sus propiedades, preparando las maderas que después se botarían a los ríos, para que intrépidos pineros serranos las condujesen por el río Segura hasta Calasparra y por el Guadalquivir hasta el Arenal de Sevilla. Sin duda los jornales de los hacheros, aserradores, ajorradores, carreros y pineros o marineros de río, eras esperados todos los años como agua de mayo.



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[1] El Fuero de Segura de la Sierra. Emilio de la Cruz Aguilar. Estudios en homenaje al profesor Juan Iglesias. Vol. 2, 1988, ISBN 84-600-5405-5, pags. 681-692.




[2]  En la Nota 9 se decía: «los Comisarios de Montes eran los Jefes provinciales de la Administración Forestal de aquellos tiempos»
[3] Libro de actas de la Diputación (sesión de 12-11-1836)



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Actuaciones importantes del Diputado Provincial en la primera Corporación de Jaén[1].
Al nombramiento en 1837 del Ilustrado D. Pedro Fernando Martínez como Administrador de los Montes de Segura, se unió otro acontecimiento personal acaecido en el mismo año, al ser elegido y tomar posesión de Diputado Provincial, cuya ejecutoria se inició en el capítulo anterior y ahora se continua..
La actuación pública de nuestro personaje, tanto como Administrador de los Montes de Segura, como Diputado Provincial, se enmarca en un momento histórico y jurídico interesantísimo. El promovido por el Decreto de Javier de Burgos de 1833, que con espíritu racionalizador trajo una nueva división territorial provincial, que en muchos casos no fue bien aceptada, y que en el territorio al que nos estamos refiriendo, supuso la reconversión del antiguo reino de Jaén en una demarcación geográfica que agregaba a dicha entidad tierras procedentes de la Mancha y del antiguo reino de Murcia
El Boletín Oficial de la Provincia de Jaén recogía por aquellas fechas un escrito donde se expresaba una serie de principios que debían tenerse en cuenta a la hora de elegir a los representantes llamados a integrar la nueva Diputación: “…adhesión al trono, conocimiento de los ramos necesitados de la provincia, que perteneciesen a la clase de contribuyentes propietarios, hombres de probidad y fama…”
Inspirado en esas premisas, fundamento de las convicciones políticas liberales de D. Pedro, éste se presenta a las elecciones a Diputados provinciales de 1836, por la demarcación de la Sierra de Segura, resultando elegido por amplia mayoría. Prueba de su compromiso es, que se personó en Jaén con otros tres Diputados electos, de los siete que la componían, concurriendo a la constitución de la Diputación Provincial, previo juramento y demás formalidades legales previstas en el artículo 337 de la Constitución gaditana. Toma posesión del cargo el 28 de octubre de 1836, si bien esa legislatura tuvo corto recorrido tras ser impugnados los resultados electorales.
En la siguiente convocatoria electoral vuelve a presentar su candidatura para representar a sus paisanos en el ente provincial, y resulta nuevamente elegido por amplia mayoría, prestando juramento y tomando posesión de su cargo de Diputado Provincial el 14 de noviembre de 1837.
En el seno de esta institución su labor fundamental se circunscribe a la división del territorio, y para ello es nombrado, junto al también Diputado Provincial D. Genaro Martín Lanza, miembro de la Comisión de Demarcación Territorial, que abarca tanto su perspectiva externa (límites provinciales)[2], como interna, (división de términos municipales y partidos judiciales), en una y otra dimensión demostrará un profundo conocimiento de su país, la Sierra de Segura.
En cuanto a la división del territorio apuntada más arriba, el profesor Chamocho en su libro, “Jaén de Reino a Provincia, la gestación de la Provincia y su territorio en el siglo XIX”[3] nos relata que: “A este respecto, y dando cumplimiento a la Real Orden de 21 de septiembre de 1836, la Diputación comisionó a los diputados provinciales Pedro Fernando Martínez y Genaro Martín Lanza, encargados de la división del territorio. Los Diputados Provinciales no tardaron en dar por cumplida su comisión y en la siguiente sesión de la Diputación, celebrada una semana después, el 20 de diciembre de 1836 presentaron la propuesta de arreglo de límites de la provincia de Jaén…”.
La actuación de D. Pedro en dicha propuesta es interesada, barre para adentro, el que se incorporen a la Provincia de Jaén los pueblos limítrofes de Cotillas y Villaverde (Albacete), lindantes con el pueblo donde residía, Siles, proponiendo la creación del nuevo Partido Judicial de Villacarrillo, que será aceptada mediante Real Orden de 21 de febrero de 1840, y también proponiendo el traslado a Siles de la capitalidad del Partido Judicial de Segura, consiguiéndolo en 1837 en el seno de una vieja disputa que se prolongará hasta finales del año 1868.
También consta en el mencionado libro, que intervino decisivamente en la delimitación de términos entre Cazorla con dos de sus poblaciones vecinas: la Iruela y Santo Tomé. A nuestro personaje se debe, el que la extensión superficial de la joya natural de nuestra provincia, El Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, esté ampliamente repartida, en cuanto a los términos municipales se refiere, por todos los pueblos que lo conforman. Así se constata hoy en día cuando recorriendo esos maravillosos paisajes, siguiendo la red hidrográfica, en pocos kilómetros atravesamos diferentes términos municipales.
Del mismo modo nos ilustra el profesor Chamocho sobre su actuación decisiva en la división de los términos de la Sierra de Segura, donde surgen (año 1837) los municipios de Orcera, Pontones y La Puerta de Segura; en el arreglo de demarcación de las nuevas poblaciones de Sierra Morena; en la segregación del municipio de Larva respecto de Quesada; y en su incansable actuación y análisis propone novedosamente la creación de un nuevo partido judicial con sede en Villacarrillo, como se ha dicho antes. Propuesta que se verá materializada por Real Orden dictada en 1840, y sugiere la necesidad de trasladar la capitalidad a Siles del partido judicial de la Sierra de Segura, como se decía en párrafos anteriores.
También en diciembre del mismo año, 1837, poco antes de dejar su cargo de Diputado Provincial, D. Pedro expone en público ante la Diputación sus conclusiones de división interna provincial, formulando su oposición el otro comisionado D. Genaro, “…Una larga discusión tenida por ambos comisionados, ante el resto de sus colegas diputados provinciales, permitió que el segundo retirara sus propuestas, aceptándose y aprobando las providencias tomadas por el Sr. D. Pedro, se acordó voto de gracias por su expresado celo y diligencia…”.
Para el desempeño de su labor debió recorrer a caballo cientos de kilómetros por toda clase de caminos, y desplazarse en diligencia hasta la ciudad de Jaén desde La Puerta y Beas, para concurrir a las reuniones de la Diputación Provincial.
En el desarrollo de su comisión, D. Pedro hubo de sortear numerosas dificultades, con los responsables de los municipios, con los vecinos destacados de los pueblos, caciques, y con especial importancia, al desarrollarse en medio de la guerra planteada por los carlistas, poniendo en peligro su propia vida.
En abril de 1837 informa D. Pedro del estado de su comisión en cuanto a la división territorial de Cazorla, La Iruela y Santo Tomé, “viéndose en la obligación de solicitar, para poder continuar la misma, una escolta especial para su seguridad”, ante la terrible guerra civil que salpica a estos pueblos de la sierra, con la aparición cada vez mayor de partidas rebeldes. Así lo expresa el Profesor Chamocho en su libro “Jaén, de reino a provincia”, al que se refiere la Nota 35.
En carta que dirige D. Pedro a la Diputación de fecha 31 de Julio de 1837 se excusa de no haber evacuado su comisión en Cazorla y Santo Tomé “…por el estado de salud (tal vez estaba herido) y la inseguridad del país por las facciones, dando una idea de los daños que han cometido y de los perjuicios que le han inferido, habiendo estado en gran peligro su persona…” Por su seguridad la Diputación le autoriza:”…tomar escopeteros del país…”.
 “Las informaciones que llegan de Cazorla, por parte del Diputado por Segura D. Pedro Fernando Martínez, son de lo más descorazonador, habiendo peligrado incluso la vida del Diputado, recurriendo la diputación una vez más al recurso de una partida de escopeteros para salvaguardar su seguridad y la de la zona, que aún en agosto de 1837, seguía en estado de sitio…”, por lo que se acordó “…expresarle el pesar de la corporación por sus padecimientos…”.[4]
No eran vanos ni infundados los temores de D. Pedro al solicitar escolta en sus actuaciones. El peligro latente de cuantos se exponían valerosamente en el desempeño de su función estuvo presente en muchas ocasiones. Famosas fueron las actuaciones de facciones lideradas por Palillo, Orejita, Peñuela, Morillas, Basilio y Tallada, entre otros muchos. De los crímenes por dichas partidas destacamos, los asesinatos infringidos por milicianos en La Carolina (1837), en Arjonilla (1838), y el más cruel y cercano a nuestro personaje, sufrido por el Diputado Provincial de Cazorla, D. Ambrosio Navarro, que pereció en las gélidas aguas del Guadalquivir, tras ser perseguido por la facción carlista de Morillas.
El antiguo estratega defensor de su tierra de la invasión francesa con sólo 33 años, todavía 30 años después, a la edad de 62, tiene arrestos para enfrentarse a las facciones de Carlistas. Una de ellas, como se ha dicho, capitaneada por el citado, Peñuelas, quema en la plaza de Orcera los papeles sacados del Caserón de la Marina. Parte de esos papeles, los más importantes, como ha quedado reflejado en capítulos anteriores, habían sido copiados por nuestro personaje, cuando ocupó el cargo de Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina.[5]
En su difícil actuación como comisionado, los representantes de los tres municipios: Cazorla, Segura de la Sierra  y Santiago de la Espada, expresan su descontento con el resultado de las nuevas delimitaciones, otros muchos en cambio expresan su beneplácito con las mismas, entre estos destaca “…una comunicación del Ayuntamiento de la Iruela por las acertadas disposiciones del Sr. Pedro Martínez y su celo ilustrado en el arreglo de la división de términos y adjudicación de propios con separación de Cazorla…”.[6]
Haciendo realidad el viejo refrán “otro vendrá que bueno me hará”, años más tarde, entre 1840 y 1845, y ante las nuevas modificaciones propuestas, “…los distintos ayuntamientos del Partido de Segura comienzan a mandar informes quejándose de los graves perjuicios que han recibido respecto del actual repartimiento de terrenos y del que poseían en el primero llevado a cabo por el anterior comisionado Pedro Fernando Martínez .”
Su actuación, en este espinoso ámbito de la demarcación territorial interna de nuestra provincia, supuso un referente que ha quedado gravado en las fuentes documentales, un referente llevado a cabo en un pequeño periodo de tiempo y enmarcado históricamente en unas extremas dificultades.
Dejamos las interesantes aportaciones del Profesor Chamocho de la Universidad de Jaén y volviendo a mis amigos de la misma Universidad, Eduardo Araque y José Domingo Sánchez. Entre la documentación que hace años me proporcionaron, figura un documento cuya trascripción terminaba así:
 “ Y para que el Ayuntamiento de la Villa de Pontones tenga el oportuno documento de la demarcación de su término y pueda guardar su aprobechamiento y ejercer su autoridad municipal en todo el recinto que se le designa, libro la presente copia certificación que le servirá para guarda de su derecho en desempeño de comisión con que me tiene autorizado la Excelentísima Diputación Provincial y cumpliendo con su superior orden del diez y seis de Diciembre del mil ochocientos treinta y siete: lo firmo en Siles a veinte de Enero de 1838 = Pedro Fernando Martínez”.
El aprovechamiento del que trata el documento firmado por el Diputado Provincial, queda claro en su inicio, del que trascribimos: “Reglamento para la administración y beneficiación de los Propios y sus Pastos formado con arreglo a las instrucciones vigentes en el ramo y a las disposiciones particulares dictadas en diversas ocasiones por los Pueblos de este Partido en cuanto al goce de sus pastos comunes...”.
Entre esas disposiciones dictadas por los Pueblos, sin duda el Comisionado por la Diputación Provincial tendría en cuenta, la que recoge su hijo Juan de la Cruz en la NOTA NÚMERO 3º de sus Memorias, como se decía al final del capítulo – X - y ahora se repite: “....la reunión de los comuneros del partido de Segura celebrada en el monasterio de nuestra Sra. de la Peña, el 27 de Julio de 1580, por las que los vecinos se dieron sus propias Ordenanzas, después ratificadas por Felipe II al año siguiente, el de 1581”.
También el redactor de la reglamentación de los Propios y sus Pastos tendría en cuenta la defensa de los pequeños ganaderos con el mismo derecho al pastoreo que los grandes. Que como se decía en el capítulo –V-, su ganado era conocido como atajos corraleros y que en el año 1827, la Chancillería de Granada dicta sentencia, ante el abuso del Alcalde Mayor de Segura, revocando una providencia que favorecía a los grandes ganaderos. Providencia sobre la que había apelado D. Pedro, ante dicho superior Tribunal.
Esa reglamentación de los pastos era capital para villas como Pontones, sin ingresos de Propios procedentes de maderas, por esto se formaba un Expediente cada año, “...y en todo el mes de Marzo o primeros de Abril se prebendrá por edicto al vecindario que para el primer domingo de Abril se ha de adjudicar dichos aprovechamientos a los ganaderos que los pidan, o al todo de vecinos si el Señor Síndico lo pidiese a pasto común y por su justa tasación”.
Pero no sólo reglamenta el Diputado Provincial los Propios y Pastos de Pontones y posiblemente de otros pueblos de la Sierra de Segura, también intenta hacer cumplir las Ordenanzas de 1833, las conocía bien, no en vano participó en el borrador de la misma en el año 1822. Pero como dice su hijo, sin guardas ni manos auxiliares, era imposible de toda imposibilidad para un hombre solo, tratar de contener las cortas abusivas que se hacían en los montes del Estado.






[1] Hubo otras dos Corporaciones fallidas, las de los años 1813 y 1820, periodos liberales anteriores.
[2] Como se decía al final del capítulo –V -: “.... se le requiere al Perito Agrónomo y Catedrático de Agricultura para que delimite la provincia de Jaén en su parte oriental...
[3] Miguel Ángel Chamocho Cantudo. Jaén: Instituto de Estudios Giennenses, 2004. ISBN 84-9607-13-X
[4] Según se recoge en acta de la Diputación Provincial de Jaén, de fecha 05-08-1837.

[5] Son los que copia su hijo Juan de la Cruz y ven la luz en su libro Estudios sobre el Ramo de Montes con el título: VISITA DE LOS MONTES DE SEGURA.
[6] Como dice en el Acta de la Diputación Provincial de Jaén, de fecha 13-12-1837.


-- XII –

El Fundador de la Colonia de Isabel II, al que sus enemigos dieron el sobrenombre de D. Pedro el Diablo.
No podemos concluir estos Apuntes Biográficos sin resaltar la preocupación de su protagonista en dos vertientes, primera, en que sus paisanos mejoraran su vida y segunda, en que sus hijos recibieran instrucción. Con respecto a la primera, el Catedrático de Agricultura y Perito Agrónomo, crea en su tierra una Escuela Práctica de Agricultura y Montes, de la que ya se ha dado constancia.
En las propias fincas agrícolas y forestales de D. Pedro se harían las prácticas de dicha Escuela y entre ellas, se impartiría la plantación de olivos en tierras de secano como explicaba la Cartilla Elemental de Agricultura de su amigo D. Antonio Sandalio, de la que repetimos lo ya trascrito: “amplios hoyos al marco real, a 40 píes de distancia entre si, plantación de una a tres estacas de una vara de largo y grueso como el de un astil”. De lo que se deduce, como ya se ha apuntado, que el Perito Agrónomo y Catedrático de Agricultura fuese el principal promotor de la expansión del olivar en su tierra.
Pasemos a la segunda vertiente, a la que dedicó la última etapa de su vida el Valedor de sus paisanos, el que los hijos de éstos aprendieran a leer y escribir. Inicia dicha etapa como Diputado provincial, consiguiendo que la Corporación comisione a su hijo Juan de la Cruz, a la sazón recién Licenciado en Jurisprudencia, para que visite todos los pueblos de la Sierra de Segura e informe del estado de la educación en los mismos.
El informe que le encarga la Diputación de Jaén al hijo del Valedor de sus paisanos, se recoge en sus Memorias, una de ellas, la Tercera, se titula: De la Educación, y su estado en el Partido de Segura. Por su interés trascribimos como se inicia: “Como quiera que en nuestros escritos sobre el partido judicial de Segura de la Sierra hayamos indicado mas de una vez, y repetido mil que la causa inmediata de los males que afligen a nuestros compatriotas es a no dudarlo la ignorancia, falta de luces y defecto de educación....”.
Con los datos que se recogen en el Párrafo titulado: Estadística de las escuelas del Partido de Segura de la Sierra, se ha confeccionado la relación de los pueblos que integraban dicho partido, ordenados según número de habitantes y para cada uno de ellos, el número de niños registrados en cada escuela pública.
PUEBLOS                   POBLACIÓN                                     ESCOLARIZACIÓN
      Villas                      Nº vecinos        Nº habitantes                Nº de niños      %
Santiago de la Espada: ...1.039  ................4.260                             60            1,4
Beas de Segura                  883                  3.098                           100            3,2
Siles                                   516                  2.580                           100            3,9
Segura                                330                  1.650                               9            0,5
Pontones                            330                  1.650                               0            0,0
Orcera                                280                  1.405                             76            5.4
Villa Rodrigo                      180                     905                             35            3,8
Puerta                                 177                     885                               9            1,0
Benatae                              160                     800                             16            2,0
Genave                               130                     650                             30            4,6
Torres de Albanchel            108                     590                             14            2,4
Hornos con Bujaraiza          100                     500                             51            10,2
TOTALES                      4.233                18.973                           500             2.6
La última columna de la relación anterior indica en tanto por ciento, los niños de cada escuela en relación con el número de habitantes del pueblo al que pertenecen. Aunque las cifras no puedan tomarse como tasas de escolaridad, al no conocerse el total de niños en edad escolar, si son indicativas del interés de ciertas villas por mejorar la instrucción de sus vecinos y la desidia manifiesta de otras en la educación de los niños. Destaca entre las primeras, la villa de Hornos (10,2%) y de las segundas, la Cabeza de Partido, Segura (0,5%). Estas diferencias se explican en la Memoria Tercera  y se resumen a continuación.
La escuela de Hornos para niños gratuitos de ambos sexos, estaba a cargo del teniente cura de la Parroquia, habilitado por el Ayuntamiento para ejercer el magisterio, ejemplo del interés de las Autoridades en la instrucción de sus vecinos y la respuesta de éstos, pues los niños que concurrían a la escuela eran 51, 27 varones y 24 hembras, posiblemente todos los del pueblo en edad escolar.
No pasaba lo mismo en Segura, cuyo Ayuntamiento Constitucional incumplía la normativa sobre escuelas de instrucción primaria elemental. Aunque en años anteriores, había existido una escuela pública dotada 1.642 reales, que se pagaban con fondos de propios. En el año de la visita, solo había una escuela privada para niños a la que concurrían sólo nueve, todos gratuitos.
La ineptitud de los encargados de las escuelas estaba generalizada en todos los pueblos, excepto en las villas de Orcera, Benatae, Siles y Beas, que estaban a cargo de un titulado con certificado de habilitación para la enseñanza. En esta última villa, Beas, en las Relaciones de Felipe II del año 1575, se cita un Colegio de Niños con internado, antecedente de la escuela del año de la visita, a donde concurrían 100 niños, 80 pobres y 20 pensionistas.
La asistencia tan baja de niños a la escuela en la villa de Santiago y nula en la de Pontones, sin duda se debía, a que dichos niños se dedicaban al cuido del ganado. En la ganadería se basaba la economía de las referidas villas. Pero esto de los niños pastores, también se daba en los demás pueblos de la Sierra de Segura y se ha mantenido hasta mediados del siglo XX.
A las deficiencias anteriores se añadía, que a los niños pobres no se les proveía de material didáctico: pizarra, papel, lápiz y claro está, de libros. Por último comentaremos, que sólo dos escuelas estaban a cargo de curas, que cobraban los reales con las que estaban dotadas, la de Hornos, como se ha dicho, y la de Torres de Albanchel.
Si iniciábamos el resumen del contenido de la Memoria que trata del estado de la educación en el Partido de Segura en 1842, transcribiendo el primer párrafo, concluimos también, con la trascripción de lo que deja escrito su Autor en los últimos párrafos, dice:
“....imposible fuera terminar esta memoria, sin que previamente hagamos entender que allá en los desiertos de Guntar, Borosa y otros mil sitios escarpados de la sierra, hemos encontrado muchas veces criaturas de tres o cuatro años, que solo tenían la figura de racionales, criaturas que se asombraban a nuestra vista y de nuestro trajes, y criaturas en fin que aun no habían recibido el ser de gracia y el carácter de cristianos.¡OH y cuanto padecía nuestro corazón en aquello instantes, y cuanto nos irritaba tan escandaloso abandono!.
Multitud de reflexiones, ora dolorosas, ora terribles asaltaban mi mente, y esas mismas reflexiones son las que en estos momentos nos arrancan la pluma de los dedos, porque seguir escribiendo cuanto allá vimos y observamos sería un soberano escándalo en el siglo 19, una injuria a la moderna filosofía, y una mengua para nosotros”.
En tan bellas y enjundiosas palabras del hijo menor del Ilustrado D. Pedro Fernando Martínez, sin duda influiría el ejemplo de su padre, Defensor de su País, la Sierra de Segura, y Valedor de sus paisanos. También estamos seguros, que se debería a la influencia de su padre, la humildad que reflejan las palabras que deja escritas en la introducción de las Memorias: “Yo solo me he propuesto al escribir estas memorias instruirme, y ser útil a mi país: si lo consigo quedaré completamente recompensado de mis trabajos”
A la calamitosa situación que describe el hijo del Valedor de sus paisanos en los párrafos anteriores había que poner solución, por esto al final la primera Memoria, el autor de las mismas, escribe:
“.... ¿qué nos resta que hacer?. Que hacer nada, pedir solo quiera el cielo sean comprendidas las necesidades de mis paisanos; y que el Gobierno eminentemente constitucional que nos rige acuda a su remedio con la brevedad que su importancia requiere. Si así sucede mis votos serán cumplidos, y recibiremos un gozo cabal en este miserable mundo en el que tampoco nos es dado disfrutar”.
La pregunta que se hace en el párrafo trascrito: ¿qué nos resta que hacer?, tenía en parte contestación con el ejemplo de su padre. Y como la prueba más palpable para que sus paisanos salieran de la pobreza, su Valedor, emprende el primer ensayo de colonización en terrenos de su propiedad que se realiza en la Sierra de Segura, y posiblemente de los primeros de España, sino el primero, realizado por un particular.
El Ministerio del Interior en 6 de Junio de 1835 por Real orden, confirma la espedida por el Ministerio de Hacienda en 12 de Abril de 1832, autorizando a D. Pedro Fernando Martínez, vecino de Siles de Segura, para formar una población rural de 30 vecinos. Años más tarde, el autorizado por el Gobierno como dueño de los terrenos y habiendo cesado en ellos de sus pastos y montes, crea la Colonia de Isabel 2ª.
Según investigaciones realizadas por el que esto escribe y documentación familiar, la Colonia de Isabel II se situaba en terrenos del término Siles limítrofes con el de Benatae y se extendía a varios cientos de hectáreas, entre las que se incluían los terrenos de regadío de las fincas Peñardera y El Chorreón. Fincas que heredaron los descendientes de D. Pedro Fernando y se conservaron en la familia Martínez de Siles, hasta la 4ª generación.
Que en la referida Colonia existiesen terrenos de regadío, posibilitaría que su propietario, continuase con dichos colonos, la Escuela Práctica de Agricultura antes referida, introduciendo nuevos cultivos entonces desconocidos en su tierra, con las semillas que trajo de sus viajes y plantones de nuevos árboles frutales, que se injertarían con las tres técnicas: escudete, púa y corona, que se describían en la Cartilla citada de su amigo D. Antonio Sandalio de Arias.
En los títulos de los capítulos anteriores se han ido recogiendo cargos, profesiones y sobrenombres de nuestro personaje, tales como: Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de Castilla, El estratega defensor de su tierra de la invasión francesa, El liberal Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina, El Catedrático de Agricultura y Asentista de maderas, El Pinero Ilustrado, El Ilustrado Administrador de los Montes de Segura, El observador Serrano, El Defensor de su País y Valedor de sus paisanos.
Con ninguno de esos títulos y/o sobrenombres pasó a la historia el Ilustrado D. Pedro Fernando Martínez, sus enemigos se la guardaban hasta después de su muerte. Del Expediente general de Montes de 13 de Mayo de 1852, redactado por el Comisario de Montes de la provincia de Jaén, trascribimos:
“Perito agrónomo y, Visitador general de los mismos (montes) dotado por el Gobierno en 1841, Administrador interino en 1844, y finalmente a qué por el concepto de Osado y atrevido que gozaba se le conociera por el sobrenombre de El Diablo”.
Sólo un comentario a lo anterior, un reconocido liberal desde su juventud, partidario de la desamortización y posiblemente anticlerical, como se apunta en capítulos anteriores, tendría entre la clerecía como enemigos, no solo el Vicario de Segura y el cura de su pueblo, sino a muchos más. A estos se unirían traficantes de maderas y ricos propietarios usurpadores de los montes del Estado, amigos de meter la mano en los caudales públicos y vecinos de pueblos como Cazorla y Segura de la Sierra, cuyos municipios perdieron privilegios y territorio en la nueva demarcación.
Por lo anterior, no es extraño que a nuestro personaje se le conociera con el sobrenombre de Don Pedro el Diablo. Pero estoy seguro que dicho sobrenombre, sólo estaba en boca de sus enemigos, no así de sus paisanos pobres, a los que como su Valedor, ayudó a salir de la pobreza y a que sus hijos aprendieran a leer y escribir.
Por las trascripciones anteriores y la que se hizo al principio del capítulo –IX- del Informe del Gobernador Civil de la provincia de Jaén, D. Agustín Álvarez de Sotomayor, de fecha 3 de Abril de 1841, en el que se decía: el celoso e ilustrado Administrador cesante del Partido e Segura; deducimos, que aunque se produjese en el año 1840 o 1841, el cese de D. Pedro como Administrador, pasa al cargo de Visitador de Montes, en el último año citado, el de 1841. Y años después, en 1844, recupera el cargo de Administrador con carácter de interinidad.
Como en dicho año (1844), cumplía 69 años, que mantuviese actividades a dicha edad que le permitiesen viajar, si no a caballo como lo había hecho toda su vida, al menos en carruajes hasta su muerte. Que no sabemos cuándo y dónde se produjo, al no encontrar documentación sobre su fallecimiento, pero teniendo en cuenta, que en el año 1845 se publica en EL CLAMOR PÚBLICO un artículo suyo y que en 1852 había fallecido, puede fijarse su muerte aproximadamente en 1850, tendría 75 años.
De la tradición familiar entre sus descendientes, recientemente y en relación con lo referido, sobre que se pasó toda su vida montado a caballo, he conocido la anécdota, que se fue trasmitiendo de generación en generación, de que D. Pedro, cuando huía de sus enemigos, para despistarlos, calzaba a su montura con las herraduras al revés. Entre dichos enemigos, sin duda se encontrarían, los invasores franceses y los que formaban las partidas de rebeldes Carlista, de las que pudo escapar a pesar de que le hirieran. En estas correrías estamos seguros que seguía el ejemplo del Empecinado.
Como se decía en la Introducción, mi bisabuelo, D. Manuel Martínez Garrido, Notario como su abuelo D. Pedro, hacía referencia a éste en una de sus cartas, donde decía de las frecuentes manchas de su indumentaria, que así le ocurría a su abuelo, D. Pedro el Diablo. Por tanto, con este sobrenombre, no sólo pasó a la historia de su País, también así se le conoció y recordaba entre sus descendientes. Pero no en la primera generación, la de sus hijos, y entre ellos el menor, Juan de la Cruz, al que los vínculos de sangre no le permitían ni tan siquiera elogiar a su padre.
Recuperando las Memorias del referido hijo, hilo con el que hemos ido hilvanando los rasgos biográficos de nuestro personaje, resulta un contrasentido que su padre pasase a la historia con el referido sobrenombre de el Diablo, cuando a él se debía, como se decía en el capítulo – X - , la documentación histórica que con el título de NOTAS se recogen al final del libro citado, tesoro que guardaba el biografiado de su época de Escribano de Numero y Notario del Reino.
Que entre dichas notas, la NÚMERO 1º: FRAGMENTO del Libro de fuero de Segura, figurase en las Memorias, tiene un valor incalculable, pues entre los desaguisados cometidos por los franceses a su paso por la Sierra de Segura en el año 1810, los más graves fueron los incendios de Iglesias, Edificios históricos y Archivos. En el de Segura se conservaba el Libro de fuero del mismo nombre, que fue pasto de las llamas. No serían los últimos papeles quemados.
Decimos lo anterior, porque en septiembre del año 1836, como también se recoge en las Memorias y se ha reiterado en los capítulos anteriores, una partida de latro-facciosos Carlistas, procedentes de La Mancha y capitaneada por un tal Peñuelas, llega a la Sierra de Segura. Se dedican al saqueo de los pueblos, como hicieron en 1810 los soldados de Napoleón, y si entonces se pudieron salvar los Archivos de la Marina, gracias al celo de ilustres serranos que escondieron los papeles, no pasó lo mismo 26 años mas tarde. Con dichos papeles se hizo una gran pila en el centro de la plaza de Orcera, donde estaba el Caserón de la Marina y se le prendió fuego.
De parte de esos papeles, los de mayor interés, como también se ha dicho, y en concreto, los que comprendía la Visita a los Montes de Segura, realizada por la Administración a la que estaban adscritos, La Marina, ya había hecho una copia El liberal Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina. Copia que incluye su hijo Juan de la Cruz en su segundo libro, ya referido en otros capítulos.
Por lo anterior, de nuestro protagonista puede decirse lo mismo que escribía su hijo en las Memorias, que con en sus trabajos, sólo se había propuesto: “   ser útil a mi país: si lo consigo quedaré completamente recompensado de mis trabajos”. Este signo de humildad no le debió gustar a los paisanos envidiosos de la fama adquirida por D. Pedro, al que le dieron el sobrenombre de El Diablo.
Uno de esos envidiosos debía ser el Comisario de Montes de la provincia de Jaén, que en cierto modo hereda el puesto desempeñado por D. Pedro años antes. Y como suele pasar en la Administración con frecuencia, el primer cometido de un recién nombrado en un cargo, es criticar a su predecesor; sobre todo, si el que le sucede no puede llegar a su altura. Esto le debió pasar al Comisario redactor y firmante del Expediente general de Montes de1852, donde se dice:
“También hace presente a Vuestra Señoría que la viuda y herederos de D. Pedro Fernando Martínez el Diablo, vendieron al Excelentísimo Señor Conde de Retamoso una porción de terrenos en el término de Siles, y en el día se titulan Colonia de Isabel 2ª y esta colonia comprende miles de fanegas de tierra a que la hicieron subir en la Escritura de Venta, al paso de que los títulos primordiales solo resultaban noventa fanegas”.
Lo anterior a de calificarse de infundio , el Comisario de Montes tira la piedra y esconde la mano, pues no demuestra que se subiera la extensión de parte de los terrenos vendidos en la que se asentaba la Colonia de Isabel II. Y a lo largo del escrito que comentamos, solo hace una crítica calumniosa, sin duda por envidia al que fue su antecesor, como se ha dicho, en la Administración de los montes de Segura y funcionario como él de la Dirección General de Montes. Eso si, esa crítica le da ocasión de repetir varias veces el sobrenombre de El Diablo.
La usurpación de terrenos del Estado en la Sierra de Segura, también la extiende el Comisario de Jaén, ahora con fundamento, a dos enemigos de D. Pedro. El Expediente recoge dos denuncias contra D. Juan Pedro Aguilar, vecino de Segura, y D. Francisco de Paula Ruiz, Presbítero de Siles, añadiendo: “Al propio tiempo llama la atención a Vuestra Señoría respecto a la escandalosa usurpación de dichos sujetos y otros cometen incesantemente en los montes del estado apoyándose en escrituras y participaciones de bienes todos defectuosos; de todo lo cual dimana el haberse hecho dueños de terrenos inmensos y los más frondosos de la Sierra”.
Esa escandalosa usurpación de los montes del Estado había sido objeto de muchos escritos de D. Pedro, porque como se decía en el capítulo – IX -, era el autor casi exclusivo del Informe del Gobernador Civil de la provincia de Jaén, D. Agustín Álvarez de Sotomayor, que en fecha 3 de Abril de 1841, dirige al Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación de la Península.
En el Expediente del Comisario de Montes que seguimos, se confirma la legalidad de la fundación de la Colonia de Isabel II. Autorizada por el Ministerio del Interior en 6 de Junio de 1835, como ha quedado escrito. También se confirma la superficie de la referida Colonia, de la que se ajuntan los “planos del terreno en que está fundada la Colonia, con expresión de los sitios de la cuestión de pastos, cuyos papeles son adjuntos bajo los números 8 y 9, siendo el número 10 la copia de la Real orden de 21 de Septiembre de 1848 que comprende los particulares siguientes = 1º que el apeo o deslinde de la expresada Colonia hecho judicialmente, sea respetado en sus efectos legales sin perjuicio de las rectificaciones que deben o pueden hacerse gubernativamente con él con arreglo a las disposiciones que se dicten en lo sucesivo para la debida uniformidad, exactitud y legalidad de estas operaciones...”.
Por último, continuando con dicho escrito, su redactor y firmante Manuel Pérez Quintero, a la sazón Comisario de Montes de Jaén, no sólo acusa a los herederos de nuestro biografiado de usurpar terrenos del Estado, también hace a éste responsable de adjudicar a los pueblos terrenos que pertenecían al Estado, por lo que se trascribe seguidamente:
“...forman parte de los terrenos señalados y adjudicados al caudal de propios y común de los pueblos en el año de 1837, por el Comisionado de la Diputación D. Pedro Fernando Martínez; y es claro que si en aquella época no hubieran sido dichos terrenos de libre disposición, sin duda el expresado Comisionado habría respetado el sagrado derecho de que tan defensor se muestra en sus escritos, o en otro caso los dueños de esas fincas se hubiesen apresurado a hacer valer sus derechos dominicales. Es pues probado que las usurpaciones de terrenos traen su origen generalmente desde el repetido año de 1837”.
Nueva calumnia contra el Ilustrado D. Pedro, pues los terrenos adjudicados al caudal de propios y común de los pueblos en el año de 1837, se hace legalmente como el propio Comisario reconoce al decir: “...fuese Comisionado de la Intendencia de Murcia en 1826 para el repartimiento de los Valdíos de Segura...”. Luego los repartimientos de los Baldíos que hizo en 1826 y los del año 1837, habían sido ordenados por la Superioridad, posiblemente a solicitud suya, para mejorar con los montes adjudicados, el caudal de propios y común de los pueblos de su País.
Por último, lo más indignante es lo que dice de D. Pedro Fernando Martínez, al final del Expediente General de Montes de 13 de Mayo de 1952, el redactor y firmante Manuel Pérez Quintero : “...y que su nombre venga figurando después con el de los Aguilares, Ríos, Ruices y otros individuos de su familia como los primeros propietarios de los Montes de la Sierra al paso que ejercía alternativamente los cargos de Diputado provincial y Comisionado especial en 1837 encargado de los Montes de Segura en 1838. Perito agrónomo......, y finalmente a que por el de Osado y atrevido que gozaba se le conociera por el sobrenombre de El Diablo...”.
Dejemos que conteste su hijo Juan de la Cruz al envidioso Comisario de Montes de Jaén, con el último hilván de sus Memorias con el que concluimos los Apuntes Biográficos de su padre, reiterando lo tantas veces repetido en capítulos anteriores:
“....en el año 1837 se puso al frente de la administración de montes un hombre cuya apología no me permiten hacer los sagrados vínculos de sangre.....ni tampoco oyeron las fundadas comunicaciones del ilustrado administrador de Segura don Pedro Fernando Martínez, el que sin guardas, sin manos auxiliares, sin nada absolutamente, ha sabido si no cortar el mal de raíz...., por lo menos contenerlo acertada y prudentemente”.

A MODO DE EPÍLOGO

Reflexiones personales.
En la redacción de este trabajo he procurado hacer mía la frase, tantas veces reiterada, que dejó escrita en sus Memorias el hijo menor del biografiado, Juan de la Cruz Martínez: “Yo solo me he propuesto al escribir estas memorias instruirme, y ser útil a mi país: si lo consigo quedaré completamente recompensado de mis trabajos”.
Lo de instruirme lo puedo confirmar, pues como se decía en la Introducción: La lectura de las Memorias espoleó mi afición histórica, así como el interés por los temas forestales de los que trataba, debido a mi profesión, Ingeniero de Montes. A lo que puede añadirse, varios años recopilando la documentación que hacía referencia al Ilustrado D. Pedro Fernando Martínez, principalmente proporcionada, por los Profesores de la Universidad de Jaén que se han citado con reiteración en el texto precedente a este Epílogo y cuyas publicaciones se recogen en la Bibliografía.
También en mi instrucción personal han influido las investigaciones que he realizado de personajes cercanos al protagonista de estos Apuntes, especialmente de su amigo y compañero de la Escuela de Agricultura de Aranjuez, D. Antonio Sandalio de Arias. Sabio Naturalista y Presidente de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, en cuyos Archivos he consultado sus publicaciones y trabajos más meritorios.
Fruto de la instrucción referida han sido mis artículos publicados en la Revista MONTES el año 2001 y Elucidario-Instituto de Estudios Giennenses, el año 2007, que se recogen en la Bibliografía. Donde también se incluye un libro del que soy autor, titulado: Tres Sierras, Tres Culturas, primer premio en Ciencias Sociales del Ministerio de Agricultura del año 1995. Una de esas Sierras es la de Segura de donde soy natural, como mi antecesor, el personaje biografiado. En correlación con dicha Sierra se corresponde la Cultura de la navaja, utensilio básico en la vida de los serranos, que perdieron, ¡como tantas cosas!, con la emigración en las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado.
Lo de ser útil a mi País no me corresponde a mí manifestarlo, lo dejo al criterio de los lectores que han soportado lo escrito, sin duda pesado por las numerosas trascripciones incluidas de documentos históricos. Trascripciones enriquecedoras al menos, por el idioma castellano de aquellos tiempos comparado con el actual.
De la pesadez apuntada soy el único responsable, pero estoy seguro que mis paisanos aficionados como yo a la Historia, sabrán valorar como merece al Ilustrado D. Pedro Fernando Martínez. Por si le ofrece duda dicho merecimiento, resumimos en el apartado siguiente los méritos más relevantes de dicho personaje al que podía calificarse como el Jovellanos de la Sierra de Segura.

Hombre de acción y de probidad y fama, contrastada por documentación histórica. De notable personalidad y fuerte carácter.
Gran parte de su vida se la pasó viajando, el Ilustrado D. Pedro Fernando Martínez, primero, por sus estudios en la Universidad de Baeza y en la Escuela de Agricultura de Aranjuez. Después, en su etapa de Escribano/Notario; por todos los pueblos de su País; por los de Castilla la Vieja, comisionado para las visitas a las Boticas; como también, a las capitales de Jaén y Murcia, a despachar con las Intendencias provinciales en dichas ciudades, las comisiones que le habían encargado.
Sin duda, el viaje más importante que hizo nuestro personaje y por el que merece el sobrenombre de Defensor de su País, la Sierra de Segura, es el que realizó a la ciudad de Cádiz para presentar ante la Regencia el Plan de Defensa de su tierra de la invasión francesa.
En el Trienio Liberal, inicia la contratación con el Sr. Subsecretario de Estado y del despacho de la Marina para surtir de maderas a los Departamentos de Cádiz y Cartagena. Lo que le obliga durante un decenio a viajar a la Corte y a seguir las maderadas de su propiedad durante la navegación por los ríos Segura y Guadalquivir, el que hemos distinguido como el Pinero Ilustrado.
A las etapas viajeras como Hombre de acción de nuestro personaje, le sigue la más brillante de su vida, que comienza, como la de otros liberales, con la muerte del Rey funesto Fernando VII en 1833. Año en el que se aprueban las Ordenanzas de Montes, en cuyo borrador del año 1822 había participado el Ilustrado D. Pedro a instancia de su amigo Sr. Arias. Que a la sazón, por dichas Ordenanzas pasa a ocupar el cargo de Inspector de Montes y le abre a su amigo Pedro, la puerta de una brillante carrera administrativa que culmina con su nombramiento de Administrador de los Montes de Segura.
A la brillante carrera administrativa de nuestro personaje, se une su carrera como Político liberal, más brillante todavía, que también culmina con su elección por dos veces de Diputado provincial por su tierra, la Sierra de Segura. La probidad y fama del Ilustrado D. Pedro en la última etapa de su vida, creemos que queda probada por lo escrito y contrastada por la documentación en la que nos hemos basado.
A la ejecutoria político administrativa que hace famoso a nuestro personaje, se unen sus escritos, que serían muchos mas que sus artículos publicados en los periódicos de la época, el ECO DEL COMERCIO y EL CLAMOR PÚBLICO. Artículos en los que demuestra sus conocimientos en el ramo de montes y en economía forestal; pero sobre todo, artículos de un valor histórico inapreciable al describir, por haberlo sufrido personalmente, el despotismo con el que se comportaba la Administración de la Marina en su tierra, dilapidando la riqueza de sus bosques y vejando a sus paisanos.
También dichos artículos definen su notable personalidad, a la que no quiso referirse su hijo Juan de la Cruz, por impedírselo “los sagrados vínculos de sangre”.  Personalidad, que unida a su constancia, hace exitosas las comisiones que se le encargan como Escribano de Rentas, en cobro de débitos atrasados varios años, tanto por las Intendencias de Jaén y Murcia, como por el Juzgado de la Marina de Orcera.
Unido a la referida personalidad iba su fuerte carácter, valentía y espíritu aventurero, de lo que puede ser muestra lo relatado sobre su enfrentamiento con el Escribano de Villarrodrigo. Éste, después de asaltar su cortijo cuando estaba en la cama con su esposa, le mantiene preso hasta que se le devuelven los bienes que le había requisado. Prueba de su valentía es, que no se amilana ante las partidas de carlistas que invaden las Sierras de Segura y Cazorla, y en un encuentro con una de ellas, resulta herido, lo que indica que hubo tiroteo.
Para terminar este Epílogo necesariamente he de referirme al sobrenombre de D. Pedro el Diablo, que según el Comisario de Montes de Jaén, enemigo suyo como se ha dicho, se debía al “...concepto de Osado y atrevido que gozaba...”. Como Hombre de acción necesariamente tenía que ser atrevido e incluso valiente, al enfrentarse a las Partidas de rebeldes Carlistas que le hirieron. El calificativo de osado lo dejamos que lo juzgue el lector de estos Apuntes. Su autor sólo puede apuntar, que algo de osadía si suponía ser el Fundador de la Colonia de Isabel II, imitando en su tierra, la Sierra de Segura, lo que hizo un siglo antes el Rey Carlos III en Sierra Morena.
Por último, se ha de resaltar la constante y ardua labor a lo largo de toda su vida en la defensa del Patrimonio Forestal de su tierra, por el que se le puede atribuir el calificativo del Primer Administrador, Defensor  y Conservador de los antes Montes de Segura, hoy Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, como se recoge en Notas a pie de página y que se ha tomado como subtítulo de estos Apuntes Biográficos. 

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