Primera parte hasta el capítulo V




APUNTES BIOGRÁFICOS
sobre
El Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez
(1775-1850)
Primer Administrador, Defensor  y Conservador de los antes Montes de Segura, hoy Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas


AUTOR: ENRIQUE MARTÍNEZ RUIZ

Doctor Ingeniero de Montes


COLABORADOR: Enrique Martínez Cobo
Licenciado en Derecho



PRESENTACIÓN de David Avilés.
Alcalde Constitucional de Puente de Génave (Jaén)

PRÓLOGO de Eduardo Araque
Catedrático de la Universidad de Jaén


  
DEDICATORIAS:

A los descendientes de Don Pedro Fernando Martínez García y D.ª  Luciana Ruiz Lumbreras, unidos por parentesco con el Autor de estos APUNTES BIOGRÁFICOS.

A mis paisanos de la Sierra de Segura, que tienen la fortuna de vivir en sus pueblos,
y a los que han emigrado, como el Autor, pero seguimos unidos a nuestra tierra
 y a su paisaje  humanizado de cortijos entre pinos y olivares.


AGRADACIMIENTOS


A mis amigos, Geógrafos de la Universidad de Jaén,
Eduardo Araque, mi prologuista, y José Domingo Sánchez, que me han proporcionado la documentación básica para la redacción de estos APUNTES BIOGRÁFICOS

A mi colaborador y sobrino de primos hermanos, Enrique Martínez Cobo

A David Avilés, por la PRESENTACIÓN de estos APUNTES

A mi hermana Eloisa y a su marido Antonio Luján, que  me han suministrado
datos biográficos de la familia Martínez de Siles.

A mi primo Carlos Martínez Frías, celoso conservador de la documentación
 de la referida familia Martínez.

Y por último,  a  mi pariente lejano, Jorge Fernández Tobar, descendiente en 5ª generación, como el que esto escribe, de D. Pedro Fernando Martínez,
 por la documentación que me entregó sobre dicho personaje.




PRESENTACIÓN

En la Sierra de Segura el siglo XIX pasó como un verdadero ciclón. Es verdad  que en todo el país fue ésta una época convulsa, donde las guerras, las revueltas y los pronunciamientos militares eran una constante que lastraban los tímidos avances sociales, económicos, culturales o industriales. Esta comarca no fue ajena al devenir de los acontecimientos nacionales. La Guerra de la Independencia o los enfrentamientos entre carlistas e isabelinos, escribieron también aquí tristes páginas, con derramamiento de sangre y pérdidas documentales por incendios y saqueos, absolutamente irreparables, que han sepultado, para siempre, gran parte de nuestra historia.
            Pero, además de estas ramificaciones de los aconteceres nacionales, la comarca tuvo sus peculiaridades, su propia historia. En el siglo XIX vio su fin aquel extraño invento que fue la Provincia Marítima de Segura de la Sierra; se pasó de la pertenencia al Reino de Murcia de la mayor parte de la comarca, a su inclusión en la provincia de Jaén en la división administrativa de Javier de Burgos de 1833; vieron la luz nuevos municipios: Orcera, Pontones y La Puerta; pero, sobre todo, se asistió a un gran avance de la agricultura en detrimento de las actividades ganadera y forestal que habían sido el principal medio de vida durante siglos. Montes roturados y baldíos fueron convertidos en tierras de labor donde se cultivaba el cereal, sobre todo, y donde, poco a poco, el olivar  fue ocupando un lugar preponderante. Este desarrollo agrícola que trajo consigo un importante flujo migratorio procedente del sur de La Mancha y del interior de Alicante y Murcia, fundamentalmente, produjo un crecimiento demográfico considerable en una tierra muy poco habitada en los siglos anteriores. Decisiones político-administrativas de la época fueron el detonante de esta transformación, sobre todo la desamortización de los montes públicos, tanto del Estado como de los ayuntamientos, así como de los bienes de la Orden de Santiago. Pero también la gente, los serranos de aquella época, fueron protagonistas de excepción.
            Y es de esto de lo que sabemos poco. De aquellos primeros “Ilustrados”, que los hubo, que lucharon por sus ideales, que participaron de forma activa en la vida de sus pueblos, que se implicaron, en algunos casos en la vida política y en las instituciones públicas provinciales y nacionales;  de los primeros Diputados Provinciales, Diputados Nacionales y Senadores; protagonistas con nombres y apellidos, como Juan de la Cruz, de Siles; Francisco de Paula Ruiz, “El cura de Siles”, natural de Benatae; el Marqués de Vinent, que se hizo con enormes propiedades con la Desamortización de Madoz, en toda la comarca; los hermanos De La Parra Aguilar, de Orcera… Y el personaje que vamos a conocer en este libro, anterior a todos ellos, D. Pedro Fernando Martínez, con antecedentes familiares en Beas y Santiago de la Espada y residente en Siles en los comienzos del siglo XIX; un pueblo por entonces emergente, en pleno crecimiento, y que mantuvo una fuerte rivalidad, durante años, con Segura a quien “arrebató”, incluso, la cabeza del Partido Judicial aunque fugazmente.
            El autor de este libro, D. Enrique Martínez Ruiz, es descendiente en 5ª generación, de D. Pedro Fernando Martínez, “el diablo”, un personaje inquieto e innovador. Dice de su antepasado que probablemente fuera el primer serrano segureño en cursar una carrera universitaria técnica. Pero, además, luchó denodadamente contra la ignorancia y el inmovilismo de la época y por eso quiso llevar a la práctica los conocimientos que había adquirido en materia agrícola y lo hizo en sus propias tierras. Su perfil se completa con una decidida postura en defensa de los Montes Públicos, algo muy meritorio en aquellos tiempos en los que la tendencia era apropiarse de los mismos. A esto dedicó gran parte de su vida. Mención aparte merece su participación en la vida política de la provincia: fue Diputado Provincial en un momento crucial, el establecimiento de los límites provinciales y de los términos municipales, trabajo éste último que hizo él en la Sierra de Segura por encargo de la Diputación.
            Nació D. Enrique Martínez Ruiz en Beas de Segura, precisamente la localidad origen de una de las ramas familiares de D. Pedro. Actualmente reside en Madrid después de haber desarrollado toda una vida laboral en la Administración del Estado, como Ingeniero de Montes, con destinos en A Coruña, Pontevedra, Ourense, Avila y Madrid. En este tiempo ha llevado a cabo proyectos de repoblación de montes consorciados con el I.C.O.N.A así como los primeros proyectos de ordenación de las masas repobladas. También es una reconocida autoridad en materia de defensa contra los incendios forestales y de extinción de los mismos. De hecho, su último destino en Madrid, fue el de Jefe de Servicio del Area de Defensa contra Incendios Forestales.
            A su trabajo en la Administración del Estado hay que añadir su gran pasión: la investigación y publicación de numerosos libros y artículos en revistas especializadas. Resultaría prolijo hacer una relación de todos ellos por lo que sólo destacaremos algunos: ACABEMOS CON LOS INCENDIOS FORESTALES, Diputación Provincial de Avila, 1991; TRES SIERRAS, TRES CULTURAS, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Primer Premio de Ciencias Sociales, 1995; MANUAL DE VALORACIÓN DE MONTES Y APROVECHAMIENTOS FORESTALES, VALORACIÓN AMBIENTAL, Mundi-Prensa, 1999; EL BOSQUE SINGULAR DEL VALLE DEL TIETAR, Junta de Castilla y León, 2000. PALOS AL FUEGO, pieza teatral para niños, autorizada a mayores, para programa de educación ambiental, 1ª Edición Ex Libris, 2004;MANUAL DE EXTINCION DE GRANDES Y PELIGROSOS INCENDIOS FORESTALES, Mundi-Prensa y grupo TRAGSA, 2010. A esta relación de libros editados habría que añadir innumerables artículos y conferencias relacionados con su actividad profesional.
            Pero D. Enrique Martínez Ruiz nunca olvidó su tierra, la Sierra de Segura, a la que viene con frecuencia y en cuya historia no deja de indagar. Fruto de ese trabajo y dedicación es éste magnífico y ameno estudio biográfico sobre un personaje singular, el Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez.


DAVID AVILÉS PASCUAL
Alcalde de Puente de Génave (Jaén)





PRÓLOGO

Para quienes se impongan como reto conocer la actual realidad territorial de la provincia de Jaén y, más en particular, de la Sierra de Segura, resulta imprescindible el estudio de un personaje tan fecundo y polifacético como el que es objeto de esta obra. En efecto, Don Pedro Fernando Martínez es, a la luz de los acontecimientos que le toca vivir y protagonizar, una fuente de información e inspiración extraordinaria. Gracias a la conservación de una documentación inédita excepcional, que el autor de este libro ha conservado con esmero y que ha interpretado con paciencia de detective, es posible adentrarse en un período y una tierra que nos enseñan la dureza de los tiempos y, al mismo tiempo, la permanencia de las virtudes pero también de las insidiosas desviaciones que son propias de los hombres.
En aquellos momentos los montes eran elementos fundamentales para la supervivencia de los pueblos, pues de ellos se obtenían buena parte de las calorías que se necesitan para tal menester. De ahí la importancia de su correcta gestión y la suerte de contar con hombres rectos que se entregaran sin fisuras a la defensa de los intereses generales. Y por ello el horror que se siente al saber que buena parte de los mismos fueron llevados al límite de la destrucción para satisfacer pequeñas ambiciones monetarias y políticas.
La defensa de los montes públicos y el interés porque su manejo se hiciera de acuerdo a principios científicos, para una persona que alcanza su madurez en las primeras décadas del siglo XIX, sería objetivo suficiente para justificar una vida profesional. Pero el carácter y determinación de Don Pedro daban para mucho más: escribano de rentas, notario, agrónomo, asentador de maderas, economista, justiciero perseguidor de abusos y arbitrariedades de los poderosos, diputado provincial, divulgador agrario, estratega militar, ... Hace bien el autor reconociendo a su antepasado como Ilustrado y concediéndole toda la serie de títulos honoríficos que caracterizan cada una de las facetas a las que antes nos hemos referido. Bien fácil me resulta también a mí identificarme con una persona que estimaba tan necesaria como urgente atajar la falta de educación de unos pueblos cuya suerte, desgraciadamente, no cambiaría a mejor durante la centuria posterior a su muerte, como muy bien se encargó de anotar Luis Bello en su Viaje a las escuelas de España de 1929. Y bien hubieran agradecido igualmente nuestros paisanos que se hubiera dado continuidad a las experiencias de extensión y colonización agraria que se encargó de poner en marcha este valedor suyo.
El lector encontrará referencias a Don Pedro que no sabrá en ocasiones discernir si pertenecen a la ficción o la realidad. Sobre su persona verá que se han lanzado desde las loas más excelsas a las críticas más feroces. Lo que es seguro que sus andanzas no dejarán indiferente a nadie. Un aspecto que resulta especialmente interesante en los escritos que se han conservado es la inauguración de una corriente de pensamiento muy crítica con la actuación de la administración pública (antes el Estado, hoy esta instancia y también la Junta de Andalucía) en la Sierra de Segura y, en buena lógica, de una vena reivindicativa no menos exigente para que se resuelvan los problemas que han aquejado históricamente a esta comarca, una actitud que ha tenido numerosos seguidores desde entonces.
Más allá de la implicación familiar, la amistad con Enrique Martínez Ruiz me permite intuir hasta qué punto le ha debido impresionar y satisfacer esta investigación. El amor a la tierra, la exaltación de los valores rurales, el aprecio de la naturaleza, el convencimiento de que la educación nos hace mejores, la observancia permanente de principios de ética y justicia … son razones más que suficientes para hermanar a autor y protagonista de la obra, pues todos ellos son ideales que comparten y practican.
Enrique ha desarrollado buena parte de su trayectoria personal y profesional, como tantos otros paisanos, lejos de su tierra de origen, la Sierra de Segura. Su condición de ingeniero de montes le ha permitido acercarse a realidades territoriales diferentes y atesorar una gran experiencia en lo tocante a prevención y lucha contra incendios forestales. Con todo el saber que atesora, somos afortunados porque ahora dedique sus esfuerzos a desentrañar pasajes de nuestra historia que eran desconocidos o se reducían a referencias muy generales. Esta obra que ahora prologamos es, no obstante, un paso fundamental, pues no era mucho lo que se sabía en relación a los acontecimientos que nos presenta el autor, ni abundan fuentes primarias tan doctas como las que él maneja dispuestas para quien quisiera arrostrar la aventura de su reconstrucción. No nos queda sino felicitar al autor y animarlo para que continúe dedicándose a ampliar esta línea de trabajo centrada en las gentes y los paisajes del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas.
  

EDUARDO ARAQUE JÍMENEZ
Catedrático de la Universidad de Jaén
Área de Análisis Geográfico Regional




INTRODUCCIÓN

Antecedentes
En el año 2007 publiqué un artículo titulado: «Juan de la Cruz Martínez Ruiz: ilustre jurídico decimonónico nacido en Siles (Jaén)»[1]. Tres años después abordo la biografía, o mejor Apuntes Biográficos del padre de Juan de la Cruz, El Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez, que iniciamos con estos antecedentes, donde es oportuno resumir parte de la introducción del referido artículo.
Hace más o menos 50 años, cayó en mis manos un cuadernillo donde inventariaba sus bienes domésticos un tío abuelo mío, Enrique Martínez Ibáñez, notario de Villanueva del Arzobispo. Al que deben su nombre el autor y el colaborador de este trabajo, ambos descendientes de D. Pedro Fernando Martínez, en 5ª y 6ª generación respectivamente. En la portada del cuadernillo o pequeña libreta, se escribía a lápiz: “realizado nueve meses antes de morir (1903)”.
Recogía el referido inventario los libros de su biblioteca, la mayoría jurídicos, seguido de un nutrido número de literarios e históricos; entre ellos, aparecía uno sin título, Memorias del tío Juan, que despertó mi curiosidad. Al publicarse en 1991 la edición facsímil del año 1842 del libro: Memorias sobre El Partido Judicial de Segura de la Sierra escritas por D. Juan de la Cruz Martínez[2], por fin conocía dichas Memorias y también descubría el antecesor del nombre que mi padre.[3]
La lectura de las Memorias espoleó mi afición histórica, así como el interés por los temas forestales de los que trataba, debido a mi profesión, Ingeniero de Montes. Mi hermana Eloisa, la que me dio la noticia de la publicación en Orcera (Nota 2), junto con su marido Antonio, pronto encontraron en la Parroquia de Siles, la Fe de Bautismo de Juan de la Cruz Martínez. En ésta aparecen los datos que se resumen seguidamente:
Ø      Fecha de nacimiento: 1 de Junio de 1820
Ø      Padres: Don Pedro Fernando Martínez García, natural de la Villa de Santiago, y Doña Luciana Ruiz Lumbreras de la de Siles.
Ø      Abuelos paternos: Don Pedro Fernando Martínez, natural de Beas, y Doña Josefa García de Siles.
Ø      Abuelos maternos: Don Juan Ruiz Espinosa de Siles y (....?.....).
Continuando con la investigación familiar, años después, el Párroco de Santiago de la Espada, me envió por correo, fotocopia de la Fe de Bautismo del padre de Juan de la Cruz, D. Pedro Fernando. Es de interés en esta introducción, hacer de dicha fotocopia la trascripción mutilada siguiente:“En la Vª de Santiago en cinco días del mes de Noviembre de mil setecientos setenta y cinco años, Yo Dn Josef García Serrano Cura diácono de esta Parroquia,....., Bauticé y Chrismé e hice las demás ceremonias de la Iglesia, a Carlos, Francisco, Josef, Ramón, Fernando, Antonio, Pedro, Manuel, Mariano de los Dolores, hijo legítimo de Dn Pedro Fernando Martínez Delgado y de Dª Josefa García, Dn  Pedro natural de la villa de Beas Dª Josefa de la de Siles y vecinos de esta, sus Abuelos Paternos Pedro Fernando Martínez y Catalina Patón, vecinos y naturales que fueron de la expresada Vª de Beas,.....”
En la margen derecha del documento anterior, se escriben todos los nombres del bautizado, empezando por Carlos y terminando por Mariano de los Dolores, siguen los nombres de los padres y una anotación, que dice: “En Abril de 1866 se compulsó, muerto ya en Siles, Dn Carlos Pedro Fernando”. Mis gestiones por encontrar la fecha del fallecimiento del ilustre serrano, en la Iglesia Parroquial de Siles, hasta ahora, han resultado fallidas, por lo que fijamos su muerte alrededor del año 1850, según la documentación manejada.
El primer nombre de este personaje, Carlos, sin duda sería el familiar y el de su juventud. La ristra de nombres que se recoge en la Fe de Bautismo era corriente en las familias de la nobleza y se trasladaría a las significadas de los pueblos, como era la del bautizado. Que pasó a la historia de su país, la Sierra de Segura, con el mismo nombre de su padre y abuelo, Pedro Fernando.

Fuentes familiares.
En el despacho mi abuelo Félix, notario como su hermano Enrique, aparte del cuadernillo donde éste inventariaba sus bienes, citado en el apartado anterior, también se guardaban tres tomos encuadernados de unas 1.000 cartas con la correspondencia de su padre, D. Manuel Martínez Garrido, también notario como sus hijos nombrados más arriba. En tan amplia correspondencia, sólo en una carta, mi bisabuelo, Padre Manuel, así se le conocía en la familia, hace una alusión a su abuelo, pero no por su nombre, Pedro Fernando, sino por el sobrenombre con el que pasó a la historia, Don Pedro El Diablo. Sobrenombre tan sugestivo, espoleó mi interés por dicho personaje.
Pero lo que verdaderamente despertó un doble interés, familiar y profesional, fue la referencia que hace Juan de la Cruz de su padre, corta pero trascendente. En sus Memorias escribe: “....en el año 1837 se puso al frente de la administración de montes (los del Estado, antes de la Marina) un hombre cuya apología no me permiten hacer los sagrados vínculos de sangre; y que por espacio tan largo no ha cesado de hacer presentes al Gobierno esto males..., ni tampoco oyeron las fundadas comunicaciones del ilustrado administrador de Segura don Pedro Fernando Martínez, el que sin guardas, sin manos auxiliares, sin nada absolutamente, ha sabido si no cortar el mal de raíz...., por lo menos contenerlo acertada y prudentemente”.
Aquellos males los explica el autor en el párrafo anterior al parcialmente trascrito de esta forma: “Acéfalo el establecimiento de los montes de Segura,[4]...en el año de 1836, los Ayuntamientos, los particulares, todos se persuadieron de que la hora de destruir los montes había sonado, y así fue que las talas y cortas de árboles de aquel año y siguientes son asombrosas, sin exageración”.
Esa lucha sin cuartel por la defensa de los montes de su tierra es causa, que sus enemigos, tanto de la administración como de fuera de ella, le atribuyesen el sobrenombre vejatorio del Diablo.
La defensa de los montes españoles en general y en particular, los de su tierra, que como veremos, será una constante en la vida de D. Pedro Fernando, se la trasmite a su hijo Juan de la Cruz, que en 1855, muerto ya su padre, publica el libro titulado: Estudios sobre el Ramo de Montes de España [5]. De este libro me proporcionó una fotocopia mi prologuista, Eduardo Araque, y personalmente hice una consulta en la filmoteca de la Biblioteca Nacional donde se archiva el ejemplar del que se hizo la fotocopia.
Al hilo de lo anterior y en relación con los dos libros citados, Memorias sobre El Partido Judicial de Segura y Estudios sobre el Ramo de Montes de España, han de resaltarse las referencias que hacen sobre Juan de la Cruz, dos prestigiosos historiadores de su tierra, La Sierra de Segura, Emilio de la Cruz Aguilar y Genaro Navarro López. El primero, añade a la edición facsímil del año 1842 de las Memorias, publicada en 1991 (Nota 2), un glosario de 70 notas numeradas por las páginas de las que hace un comentario. Notas que se recogen al final de la publicación referida, en 16 páginas, desde la –I- a la –XVI-. De dichas notas se trascribe la siguiente:
Pag. 95. “Pedro Fernando Martínez, padre del autor del libro, de Siles, (de Santiago, aunque casado en Siles), defendió también a la Sierra de los abusos de la administración forestal que siguieron en la siguiente época marcada por las Ordenanzas de montes de 1833”.
Del otro historiador citado más arriba, Genaro Navarro, de su libro "Segura de la Sierra"[6], se trascribe también: "D. Juan de la Cruz Martínez, nacido en Siles, varón docto no solo en materias jurídicas, sino históricas también; enciclopedista formado en la filosofía política de Bourbon Leblanc, lector de Rousseau y Jovellanos, economista y sociólogo, diputado en las cortes constituyentes de 1845, amaba sin duda con exaltada pasión esta región...".
Si en el primer libro de Juan de la Cruz de 1842, Memorias, sólo hace de su padre la referencia trascripta, en el segundo de 1855, no se hace ninguna. Pero en él se recoge datos legislativos, estadísticos y valorativos de los montes españoles, que como un tesoro fue guardando su padre a lo largo de su vida. Entre dichos datos, los más relevantes por su valor histórico, es la Visita de los Montes de Segura, realizada en 1789, por D. Juan Pichardo. De esta visita en la que se contaron más de 264 millones de árboles[7], sin duda, D. Pedro Fernando, como Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina, le aporta a su hijo, los datos que había copiado de los papeles guardados en el Caserón de Orcera, donde estaba el Ministerio y Juzgado de la Marina. Papeles, que quemaron en el año 1836 una partida de Carlistas después del saqueo de dicho Caserón. Y que gracias al Escribano de la Marina, nuestro biografiado, al menos pudieron salvarse la Visita de los Montes de Segura por D. Juan Pichardo, citada.
Si hace referencia el autor del libro Estudios sobre el Ramo de Montes, de un amigo íntimo de su padre, D. Antonio Sandalio de Arias, Director del Botánico e Inspector de Montes, entre otros cargos importantes, cuya influencia en su amigo Pedro Fernando puede calificarse de trascendental, como se verá a lo largo de estos Apuntes.
La referencia apuntada: “del tan ilustrado y laborioso patriota Sr. Arias”, esta relacionada con “la escuela especial directiva de ingenieros de bosques, aguas y plantíos”, en cuyo proyecto trabajó D. Antonio Sandalio “en el último tercio de su panosa vida”. Sobre este asunto y el contenido estadístico del libro al que nos estamos refiriendo, publiqué un articulo titulado: Apuntes Históricos sobre el Ramo de Montes y de la frustrada “Real Escuela Central de Montes y Aguas” (1812-1848) [8]

Fuentes bibliográficas, archivísticas y de hemerotecas consultadas
Las fuentes bibliográficas, contrastadas por el que esto escribe, que hacen referencia a D. Pedro Fernando Martínez, son, entre otras, las siguientes:
En las obras escritas por su hijo Juan de la Cruz, citadas en la INTRODUCIÓN; las del profesor de Historia del Derecho y de las Instituciones de la Universidad Complutense, ya jubilado, Emilio de la Cruz Aguilar; las de mi prologuista Eduardo Araque, Catedrático de la Universidad de Jaén; y las de los profesores de dicha Universidad, José Domingo Sánchez Martínez y Miguel Ángel Chamocho Cantudo.
Entre las fuentes archivísticas, destacamos, la documentación que me han proporcionado sobre D. Pedro Fernando Martínez, mis amigos profesores de la Universidad de Jaén, antes citados en las fuentes bibliográficas, Eduardo Araque y José Domingo Sánchez, que se resume seguidamente:
Ø      Formó parte del tribunal para una cátedra de Agricultura de Toledo
Ø      Comisionado por R.O. de 22 de febrero de 1834, para que examine la administración de los montes de Segura de la Sierra, Almadén, Río Tinto y para otros objetos importantes del ramo.
Ø      Participó en el deslinde del límite oriental de la provincia de Jaén.
Ø      Diputado provincial de Jaén en la primera corporación.
Ø      Creador y fundador de la Colonia de Isabel II.
Ø      Informe del Gobernador Civil de Jaén, D. Agustín Álvarez de Sotomayor al Director General de Montes del 18 de Diciembre de 1843.
Continuando con las fuentes biográficas procedentes de archivos, destacamos, entre ellos, el Archivo Histórico Nacional y el de la Diputación Provincial de Jaén. Mis amigos antes mencionados, me han enviado en los últimos años, varias copias textuales encontradas en dichos Archivos Históricos, que hacen referencia a D. Pedro Fernando, principalmente en las épocas en que fue Administrador de los Montes de Segura y Diputado Provincial. Adelantamos, que una de esas copias, trascribe un documento de su puño y letra, la reclamación al Ayuntamiento de Marmolejo del pago de unas vigas perdidas de una maderada de su propiedad, que bajaba por el río Guadalquivir a finales del año 1821.
También en el Archivo Histórico Nacional se hacen referencias de D. Pedro Fernando Martínez por sus actuaciones en la Guerra de la Independencia y como veremos más adelante, algunas de esas actuaciones pueden calificarse de heróicas.
Por último, mis amigos Eduardo Araque y José Domingo Sánchez, dentro de las fuentes archivistas, me proporcionaron un documento fundamental sobre el personaje que nos ocupa: el Expediente general de Montes de 13 de Mayo de 1852, redactado por el Comisario de Montes de la provincia de Jaén[9]. Adelantamos por su importancia también, que este documento lo redacta un enemigo de D. Pedro Fernando, al decir: “.... y finalmente al qué por el concepto de Osado y atrevido que gozaba se le conociera por el sobrenombre de El Diablo”.
Con respecto a las fuentes de hemerotecas, las más importantes encontradas, también por mi prologuista, son las de la Hemeroteca digitalizada de la Biblioteca Nacional, que se enumeran a continuación:
Ø      Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 30 de junio y 1 de julio de 1834, firmado por El serrano observador (D. Pedro Fernando Martínez)
Ø      Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 20 de julio de 1834, réplica del anterior, firmado por El defensor del arbolado (-?-).
Ø      Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 4 de abril de 1835,contra réplica del anterior, firmado por El serrano observador.
Ø      Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 15 de enero de 1835: «Cálculo de lo que puede producir el ramo de montes en España», firmado por El observador Serrano.
Ø      Artículo de EL CLAMOR PÚBLICO publicado el 9 de julio de 1845, en el que repite el Cálculo de lo que puede producir el ramo de montes en España, añadiendo el de las rentas de los montes del Partido de Segura y otros datos de interés.
Ø      Referencia a  D. Pedro Fernando Martínez como fundador de la colonia Isabela, en LA ÉPOCA del 1 de septiembre de 1858.
Por la importancia de los tres primeros artículos enumerados, en el ANEXO  de estos Apuntes, se trascriben los mismos. El cuarto articulo: Cálculo de lo que puede producir el ramo de montes en España, firmado por El observador Serrano, se incluye íntegramente en el libro de su hijo, Memorias. En el quinto, se repite el artículo anterior, añadiendo una valoración de las producciones de los Montes de Segura. Y en el sexto, se hace una referencia de D. Pedro Fernando como fundador en su tierra, de la colonia Isabel II, a la que denominan equivocadamente Isabela.
Terminamos este apartado señalando que la influencia de D. Antonio Sandalio de Arias en su amigo Pedro Fernando, un año menor que él, que se ha calificado de trascendental en el apartado Fuentes familiares, ha sido la causa de que se hayan consultado publicaciones del ilustre Naturalista Sr. Arias e investigado en el archivo de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País de la que fue Presidente en dos ocasiones.

Motivación de estos Apuntes Biográficos
Uno de los descendientes de Juan de la Cruz Martínez en 5ª generación, D. Jorge Fernández Tobar, encontró en Internet el artículo al que hacía referencia al principio de esta Introducción (Nota 1). Pronto se puso en contacto conmigo y me entregó unos folios escritos a maquina, que resumían unos datos biográficos de nuestro común antecesor, D. Pedro Fernando Martínez.
Posiblemente, dichos folios los había guardado uno de los descendientes del que ya podemos denominar nuestro personaje y con ellos, sin duda pretendía iniciar su biografía, al comprender como ámbito temporal, el primer decenio del siglo XIX, incluida la Guerra de la Independencia. Precisamente de dicha época no había encontrado, hasta el año 2009 en que se me entregaron los referidos folios, ninguna documentación sobre D. Pedro Fernando Martínez.
La fortuna de poder llenar la laguna existente en la documentación recopilada durante casi 20 años, gracias a mi lejano pariente, Jorge, descendiente como yo, del Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez, motivó la redacción de estos Apuntes Biográficos sobre nuestro común antecesor.
Pero no sólo los vínculos familiares motivaron la redacción apuntada, también la importancia  del personaje en la Historia Forestal española y de su país, La Sierra de Segura, cuya defensa de sus montes será una constante en su vida, como se ha dicho. Vida que deben conocer sus paisanos, si el subtítulo de estos Apuntes Biográficos: Primer Administrador, Defensor  y Conservador de los antes Montes de Segura, hoy Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, les incentiva a la lectura de estos Apuntes.

Metodología seguida en la redacción de estos Apuntes Biográficos sobre El Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez.
Las fuentes biográficas citadas en los apartados anteriores, jalonan, solo en parte, el camino recorrido en su intensa vida por nuestro personaje. Decimos intensa vida por dos motivos, su carácter o personalidad y la época que le tocó vivir entre dos siglos, XVIII y XIX, que incluye la Guerra de la Independencia y los periodos absolutistas y liberales.
Carácter o personalidad, que uno de sus enemigos contemporáneo, como se dice más arriba, califica de osado, añadiendo a este calificativo el sobrenombre vejatorio de  El Diablo. Pero que como veremos a lo largo de este trabajo, el referido carácter de osado unido a su personalidad, nos permite distinguirlo como Defensor de su País: La Sierra de Segura y Valedor de sus paisanos.
“...Un hombre cuya apología no me permiten hacer los sagrados vínculos de sangre...”, como decía humildemente su hijo Juan de la Cruz, en sus Memorias publicadas en el 1842, cuando su autor sólo tenía 22 años y que aunque fuese Licenciado en jurisprudencia, no podía abarcar con dicha edad los conocimientos en las complejas materias que comprenden las referidas Memorias.
En la edición facsímil (1991) de dichas Memorias, de la que reiteradamente hemos hecho referencia, se incluyen una loatoria presentación del autor por Jesús Cano Munera y las Notas de Emilio de la Cruz Aguilar antes citadas. En la primera nota, refrenda: “Es cierto, solo él, hasta ese tiempo trató con especialidad de nuestra Comarca”; y en tres de dichas notas, alude a la juventud de Juan de la Cruz. Posiblemente, porque a este prestigioso historiador de la Sierra de Segura, le sorprenda como se decía en el párrafo anterior, los conocimientos en las complejas materias de la obra que glosa.
Dichos conocimientos proceden sin duda de las enseñanzas de su padre y de la documentación que éste guardaba de su etapa de Escribano/Notario como se verá más adelante. Documentación, que a veces el hijo incorpora en su libro de Memorias, como es el caso del artículo titulado: “Cálculo de lo que puede producir el ramo de montes en España”. Enviado a un periódico, Eco del Comercio, y firmado por: El Observador Serrano = Pedro Fernando Martínez, del que se ha dado constancia en apartados anteriores.
En su segundo libro, Estudios sobre el Ramo de Montes de España, Juan de la Cruz recoge, aparte de la Visita de los Montes de Segura por D. Juan Pichardo, lo que había escrito su padre sobre la Escuela Especial Directiva de Ingenieros de Bosques, Aguas y Plantíos (Nota 8).
Por lo anterior, la metodología seguida en la redacción de esta biografía, es ir hilvanando con el hilo de citas textuales de la documentación histórica encontrada, los rasgos biográficos que se conocen del protagonista; así como, la personalidad de D. Pedro Fernando (en adelante D. Pedro), que se deduce de las Memorias de su hijo, sus escritos y los artículos publicados en la Prensa nacional del siglo XIX referidos en los apartados anteriores.



-I-

Infancia, juventud y estudios de D. Pedro. Su vinculación con tres villas de la Sierra de Segura: Santiago, Beas y Siles.
El libro repetidamente citado en la introducción, Memorias sobre El Partido Judicial de Segura de la Sierra, recoge en la Memoria Tercera, titulada: «De la Educación, y su estado en el Partido de Segura», que las tres villas del título, eran las de mayor número de habitantes del referido Partido, en el primer tercio del siglo XIX. Santiago, con 1.039 vecinos y 4.260 habitantes; Beas, con 883 vecinos y 3.098 habitantes; y Siles, con 516 vecinos y 2.580 habitantes.
El vínculo con la primera villa de D. Pedro era el de su nacimiento e infancia. En el apartado Antecedentes de la Introducción se trascribe mutilada, la Fe de Bautismo que se conserva en la Parroquia de Santiago de la Espada, que se iniciaba: “En la Vª de Santiago en cinco días del mes de Noviembre de mil setecientos setenta y cinco años, Yo Dn Josef García Serrano Cura diácono de esta Parroquia,.....”.  
Nuevamente hemos de referirnos al articulo con el que iniciamos la Introducción, titulado: «Juan de la Cruz Martínez Ruiz: ilustre jurídico decimonónico nacido en Siles (Jaén)» (Nota 1), en él se decía:
«...por la publicación: La Sierra de Segura en el Catastro del Marqués de la Ensenada de Juan Antonio Gila Real, conocemos la encuesta correspondiente a Santiago de la Espada del mes de agosto del año 1755. Se cita tres veces como propietario a “Pedro Fernando Martínez, vezino de la villa de Veas”. Primero, de un molino con una piedra, “en el sitio que dizen Zumetta”; segundo, “un battán de una rueda y dos mazos en el mismo paraje” (Zumeta); y por último, un mesón. Las rentas de las tres propiedades citadas, se cifran: en cincuenta fanegas al año (30 de centeno y 20 de trigo), doscientos “reales de vellón al año” y cien reales anuales, respectivamente».
Y continuaba dicho artículo: «Por los datos del Catastro de Ensenada sobre propiedad, sorprende, que los bienes citados (molino, batán y mesón), pertenecieran a un propietario particular. Normalmente, esta clase de bienes eran detentados por el estamento dominante de aquellos tiempos: Encomienda (Las Órdenes), Nobleza y Clero. Por lo que puede concluirse, que el vecino de Beas que inicia la saga de los Pedro Fernando Martínez era un rico propietario de aquella época. Lo que sin duda permitió, primero la instrucción y después los estudios superiores de sus descendientes».
Sin duda, la riqueza del primer “Pedro Fernando Martínez, vezino de la villa de Veas” procedía de la ganadería. Volviendo a las Memorias, en la Quinta, titulada: Estadística del Partido Judicial de Segura de la Sierra, se apunta en el Párrafo 8º, que se refiere a Santiago de la Espada: “su principal riqueza consiste en la ganadería”. Ganadería cuya cabaña trashumante bajaba a Sierra Morena en otoño-invierno y subía en primavera-verano a la Sierra de Segura. Cuyo mejor pastadero desde la Edad Media se conoce con el nombre de Los Campos de Hernán Pelea, en el término de Santiago/Pontones.
Al encontrarse la villa de Beas al píe de la Sierra de Segura, a medio camino de Sierra Morena y al pasar por su término, dos de las vías pecuarias mas importantes en la trashumancia (mejor trasterminancia), entre las dos Sierras; no es extraño, que uno de sus vecinos alternara sus estancias entre dicha villa y la de Santiago. En ésta, posiblemente dedicado a la industria/comercio, de ahí que sus bienes, aparte de las cabezas de ganado que poseyera, fueran: un molino, un batán y el mesón de la villa. Hospedería de forasteros, tratantes de ganado y compradores de lana, principalmente.
Como se decía antes, la riqueza del primer Pedro Fernando permitió el estudio de sus descendientes. Su hijo, el padre de D. Pedro, también con su mismo nombre, figura con el tratamiento de Don en la Fe de Bautismo trascrita en el apartado Antecedentes. Lo que indica era persona con títulos que acreditasen dicho tratamiento. De lo que deducimos, que iniciaría su instrucción en el Colegio de Niños de Beas, su pueblo. Colegio que recogen las Relaciones Topográficas de Felipe II y que desde el siglo XVI seguía abierto. Después, posiblemente, se haría Bachiller por la Universidad de Baeza y conseguido este título, sería nombrado Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de Castilla. Nombramiento que sancionaría por la época a la que nos referimos, el Infante D. Luis, hermano de Carlos III, Comendador de las Órdenes.
Es de suponer que D. Pedro en la primera enseñanza y estudios, siguiera los pasos de su padre e iniciara su formación en el Colegio de Niños de Beas, para después pasar a la Universidad de Baeza. Por documentación histórica conocemos, que en el año 1800 es nombrado por el Apoderado general del Serenísimo Señor Infante D. Fernando, Duque de Parma, Escribano de Rentas de las villas de Segura. El mismo título que ostentaba el padre y que heredaría a la muerte de éste. Lo que confirma lo que se decía antes, que padre e hijo siguieran los mismos pasos en su niñez y juventud.
Por la vinculación de su familia paterna con las villas de Beas y Santiago, D. Pedro, en su infancia, alternaría las estancias entre las referidas villas. De la segunda, Santiago, se dice en la Memoria Quinta, antes citada: “Goza esta villa de buen asiento, de aires limpios y de un temperamento riguroso y glacial”. Temperamento menos riguroso en verano y más sano para el niño Pedro que el de la villa de Beas, donde pasaba el resto del año. Entonces, los aires limpios tenían una importancia trascendental, por lo que es aplicable a dicha villa, Beas, lo que se apunta en la referida Memoria de La Puerta: “Las mareas y frecuentes riegos hacen que este pueblo sea mal sano, y son causa de las muchas tercianas que en todo el año se padecen”.
La causa de dicha enfermedad obedecía a que La Puerta se ubica a orillas del río Guadalimar. Lo mismo pasa en la villa de Beas, también ubicada a orillas del rió de su mismo nombre. De mi niñez, en la década de los años cuarenta del siglo pasado, recuerdo, las colas de enfermos, entre los que me encontraba, delante del Hospital para que se nos suministrara unas cuantas píldoras, entonces racionadas, de quinina, la medicina para el paludismo. Había pasado un siglo desde la época a la que nos estamos refiriendo, la de las Memorias publicadas en 1842 y todavía seguían las tercianas.
La época floreciente de la villa de Beas se remonta al siglo XVI, como se acredita en las Relaciones Topográficas de Felipe II. Según dicha documentación, el atraso de la villa de Beas dos siglos y medio después, en el tiempo que se redactan las Memorias, era palpable. Tenía menos vecinos que los que se cifran en dichas Relaciones, “unos 1.000 mas o menos”; y había perdido sus hijosdalgos, los Bedoyas, Sandoval, Preteles, Godínez, Figueroas, Moya, etc. Estas familias tomaron partido a principios del siglo XVIII por el pretendiente de los Austrias en la Guerra de Sucesión y al ganarla los Borbones, tuvieron que emigrar[10].
También por documentación histórica conocemos otro titulo de D. Pedro conseguido en su juventud, el de Perito Agrónomo. En aquellos tiempos, por investigaciones realizadas, la única Escuela de Agricultura se encontraba en Aranjuez. Escuela fundada por D. José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca. Allí obtendría el joven estudiante el referido título y en dicha Escuela, entablaría amistad con un estudiante un año mayor que él, el Insigne Naturalista, D. Antonio Sandalio de Arias. Amistad que duraría más de 40 años, durante los cuales, los dos amigos, por carta y reuniones en la Corte, trasvasarían sus conocimientos y prácticas de Agricultura, especialmente, en lo que se conocía como el Ramo de Montes.
La documentación referida sobre dichos conocimientos, por la ideología liberal que compartían D. Antonio y D. Pedro, quedó oculta o desaparecida, durante los gobiernos absolutistas en el reinado de Fernando VII. La que se ha encontrado, se fecha después de la muerte de dicho funesto rey y en el breve periodo conocido como el Trienio Liberal.
Continuando con los rasgos biográficos de joven Pedro, antes de irse a estudiar Agricultura al Real Sitio, contrajo matrimonio en el pueblo de su madre, Siles, con Luciana Ruiz, hija del médico y alcalde ordinario de dicha villa, D. Juan Ruiz. La boda se celebró el 20 de junio de 1792, ambos contrayentes no habían cumplido los 17 años. Se conocen los nombres de seis de sus hijos, por orden de edad, son: Pedro, Pilar, Dolores, María Cabeza, Manuel y Juan de la Cruz.
Dª Luciana pare su último hijo con 44 años, en el límite de su edad de fertilidad, que inició a raíz de su boda y se prolongó durante 28 años. De lo que deducimos, que pariría más de seis veces, pues en aquella época y hasta pasado siglo y medio, la mortandad infantil era muy elevada, esto explica que sólo vivieran los seis hijos referidos.
El primero de los hijos nació al año siguiente de la boda, 1793, ya que como veremos más adelante, en 1808 cuando se incorpora al ejercito que se enfrenta a la invasión francesa, tenía 15 años. De los dos últimos, por los datos históricos encontrados, también conocemos los años de nacimiento 1817 y 1820.
La vinculación de D. Pedro con la villa de Siles, que se inicia en el año 1792, el de su boda, se prolonga hasta el año de su muerte, que estimamos por la documentación manejada en 1850. Los casi 60 años de residencia en Siles y su influencia en esta villa, los resalta su hijo Juan de la Cruz en la reiterada Memoria Quinta, Estadística del Partido Judicial de Segura de la Sierra, en los párrafos siguientes:
“El pueblo de Siles es vividor y tiene dos fisonomías, una de ayer, y otra que se pierde en la noche de los siglos. En menos de cien años ha triplicado su población y su riqueza, y a la manera de una hermosa flor, señora de un cuadro por sus matices y lozanía, Siles se levanta orgullosa sobre las villas del valle engalanada con sus recuerdos, sus huertas, su cielo, sus brisas y su poesía; señala su riqueza y prosperidad, y dice frecuentemente, mi dicha la debo a un hombre y a mi laboriosidad”.
Sin duda, al hombre al que debía la dicha el pueblo de Siles, era el padre del autor de las Memorias, D. Pedro. Que el pueblo de Siles hubiese triplicado su población en menos de cien años, también es aplicable a las villas de Santiago y Pontones, los pueblos más altos de la Sierra, el primero, con el mayor número de habitantes en 1842.
Por referencias de amigos conocedores de la historia del antiguo Reino de Murcia, al que pertenecían las tres villas: Siles, Santiago y Pontones; la hambruna y la presión realizada a los jóvenes de los pueblos de la costa murciana con los reclutamientos forzosos de la Armada en el siglo XVIII, hacen, que los habitantes de dichos pueblos asciendan río Segura arriba hasta los valles de su cuenca de dabecera. Se asientan siempre en terrenos con agua suficiente para regar una tierra roturada y abancalada con esfuerzo sobrehumano.
Aunque no se dispone de documentos históricos que avalen la migración apuntada, el asentamiento en Cortijadas, los cultivos de regadío, el habla y el folclore, pueden confirmar dicha teoría migratoria, que puede explicar también, el que, triplicasen su población en menos de cien años las tres villas referidas.
De vuelta a Siles D. Pedro, con el título de Perito Agrónomo y sus conocimientos sobre el Ramo de Montes, que le hubieran permitido entrar en la Marina, estamos seguros que ni siquiera lo intenta. Por lo que dice su hijo en la introducción de la Memoria Tercera, reflejando sin duda el pensamiento de su padre, que reza así:
La marina y sus delegados en Orcera con el nombre de Ministros, inquietando sin cesar a los serranos por lo perteneciente a su ramo, y procediendo en todos casos con la arbitrariedad y el despotismo que formaron siempre el carácter especial de este tribunal privativo, dieron al traste con el vivir de unas familias, empobrecieron a otras, y exasperaron los ánimos de todas”.
A lo que puede añadirse, que para un conocedor de cómo debían explotarse los montes de su tierra, las talas abusivas de arbolado realizadas por la Administración de la Marina y la del Negociado de Hacienda, no se podían consentir, pues estaban empobreciendo su País. Más adelante, cuando se trate de los artículos  publicados por El Eco del Comercio en los años 1834 y 1835, firmados por El serrano observador (D. Pedro), se confirmará «la arbitrariedad y el despotismo de la marina y sus delegados en Orcera» .
Aunque se descarte que el joven Perito, en los primeros años de su vuelta de Aranjuez, trabajase para las Administraciones referidas, si lo haría para los Asentistas que contrataban con dichas administraciones la corta del arbolado y elaboración de maderas útiles para Construcción Naval y Civil. Contratado D. Pedro por esos Asentistas, pondría en práctica sus conocimientos sobre el Ramo de Montes y entre otros, los más importantes: señalamiento y corta de árboles de maderas útiles para Construcción Naval y Civil, como se ha dicho; saca de maderas hasta las orillas de los ríos; navegación de maderadas por el río Segura hasta Calasparra (Murcia) y por el Guadalimar/Guadalquivir hasta Sevilla.
Las prácticas anteriores, como veremos, se confirman por documentación encontrada, en la que D. Pedro, en septiembre de 1820, se compromete, ya como Asentista, precisamente de la Secretaría de la Marina, a: “...surtir como propietario de montes en mi país a los Departamentos de Cádiz y Cartagena; y celebrada contrata con la Secretaría por quince codos de madera de pino salgareño...”. La cita anterior se saca de un documento, de donde también se extrae lo siguiente: “... por lo cual emprendí la corta de pinos en términos que al año siguiente tenía dispuestas para botar al agua 1.500 vigas de gruesas dimensiones...”.
Antes se apuntaba y ahora se confirma por el contrato citado, que el Perito Agrónomo era conocedor del ramo de montes. En la Escuela de Agricultura de Aranjuez se seguía en la enseñanza de dicho ramo, el libro titulado: “TRATADO del cuidado y aprovechamiento de los MONTES Y BOSQUES, corta, poda, beneficio y uso DE SUS MADERAS, Y LEÑAS”, escrito en francés por Mr. DUHAMEL DU MONCEAU. Traducido al castellano por el Dr. D. CASIMIRO GOMEZ DE ORTEGA, Primer Catedrático del Real Jardín Botánico, entre otros títulos, y publicado en Madrid el año 1773 por D. Joachin Ibarra, Impresor de Cámara de S. M.[11].
Aparte del libro anterior, en la Escuela de Aranjuez también se estudiarían otros libros franceses sin traducir, divulgadores de la moderna Agricultura. Por tanto, a los alumnos de dicha Escuela se les enseñaría el idioma francés; de lo que deducimos, que D. Pedro, aunque no hablase francés por falta de práctica, al menos lo entendía y traducía.



-II-

El prestigioso y prestigiado “Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de Castilla,  Notario de Reynos”. Comisiones que se le encargan por las Intendencias y los Tribunales de 1800 a 1810.
La contratación del Perito Agrónomo por los Asentistas de la Marina y del Negociado de Hacienda a su vuelta de la Escuela de Agricultura de Aranjuez, debió durar pocos años. La remuneración que recibiría, no debía compensarle de tan duro trabajo en montes y ríos, ni tampoco se compaginaría el aumento de capital con el aumento de su familia. A lo que puede añadirse las presiones de dicha familia y sobre todo de su mujer, por el miedo que pasaba cuando se encontraba navegando río abajo conduciendo maderadas, (en su tierra llamadas pinadas).
Por las razones anteriores, el Perito decide cambiar de carrera y seguir la de su padre, de Escribano/Notario. Y como se decía en el capítulo anterior: «por documentación histórica conocemos que en el año 1800 es nombrado por el Apoderado general del Serenísimo Señor Infante D. Fernando, Duque de Parma, Escribano de Rentas de las villas de Segura». El mismo título que ostentaba el padre, cuya muerte se produciría en el referido año.
Pero antes de pasar a describir su ejecutoria de Escribano/Notario en las villas de Segura, a de resaltarse, que por investigaciones realizadas, conocemos quien fue su mentor, consejero e íntimo amigo de él y de su padre, para que iniciase dicha carrera, el Escribano de Las Órdenes residente en Siles, D. Gregorio Martínez Peláez.
El título del referido Escribano se encuentra en el archivo del Ministerio de Justicia,[12] como primer documento del Expediente Notarial de D. Manuel Martínez Garrido, nieto de D. Pedro y bisabuelo mío. Dicho título explica la vinculación de la Escribanía de Siles con la familia de Notarios Martínez, descendientes del personaje que nos ocupa. Por su interés histórico y notarial, trascribimos parte del referido título de D. Gregorio:
“Dn. Carlos por la Gracia de Dios (Carlos IV), Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada,......., Duque de Borgoña, de Brabante, y de Milán, Conde de Aizpuru, de Flandes, Tirol y Barcelona, Señor de Vizcaya, y de Molina de Aragón, ministro perpetuo de las Órdenes y Caballería de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, por Autoridad Apostólica. Por cuanto vos Gregorio Martínez Peláez, Vecino y Natural de la Villa de Siles, nos hicisteis relación en el nuestro Consejo de las Órdenes os hallabais con los requisitos necesarios para poder ser nuestro Escribano, como constaba de la información y testimonio de vuestra edad , suficiencia y fiabilidad, de que anterior hicisteis presentación, suplicándonos fuésemos servido de mandaros examen y hallándoos hábil y suficiente daros licencia y facultad para servir cualquier Escribanía pública del Juzgado y Gobernación de las dichas Órdenes, que tuvierais nombramiento o reconocimiento de Legítima, y licencia nuestra..... para que en su virtud podáis servir en cualquier Escribanías públicas del Número, Juzgado y Gobernación de todas las Ciudades, Villas y Lugares, de la Jurisdicción de las dichas Órdenes...”.
“Dada en Madrid a veinte y cinco de Junio de mil setecientos noventa y tres”
Que apareciese el título del Escribano de Siles de finales del siglo XVIII y principios del XIX en parte trascrito, en el Expediente Notarial de un nieto de D. Pedro (D. Manuel Martínez Garrido), nos hace suponer, que el tal Escribano, D. Gregorio, aparte de ser compañero y amigo del segundo Pedro Fernando nacido en Beas y primer Escribano/Notario de la familia Martínez, también fuese el mentor y consejero de su hijo nacido en Santiago, D. Pedro, y le preparase para el examen que en aquellos tiempos era necesario para obtener el título de Escribano.
Como queda reflejado al principio de este capítulo, D. Pedro sucede a su padre en el cargo de Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de Castilla[13], “....habiendo desempeñado este cargo con legalidad y esmero, según las notas del Administrador y fiel tercero”.
Antes de dicho cargo y posiblemente por consejo del  Escribano de Siles, D. Gregorio, obtiene el título de Escribano de Benatae, que le fue  expedido el 14 de junio de 1800, “...habiendo sido examinado antes, y dispensándole S. M. el tiempo que le faltaba para los 25 años”, (4 meses y medio). En la preparación del examen para conseguir su primer título de Escribano, sin duda intervendría el de la Villa de Siles, D. Gregorio Martínez Peláez, como se ha dicho.
Que acumulara dos cargos en el mismo año (1800), puede deberse, como también se decía más arriba, a la muerte de su padre. La tradición familiar de Escribanos/Notarios la continúa el hijo mayor de D. Pedro, y dos de sus nietos Juan Pedro y Manuel, mi bisabuelo. Dos hijos de éste, Enrique y Félix, mi abuelo, continúan la saga de los Notarios Martínez como se decía en Fuentes familiares de la INTRODUCCIÓN.
Continuando con nuestro personaje, después de la digresión anterior, en abril de 1803, se le despacha la célula de “Notario de Reynos a título de fíat, y como tal Escribano de Rentas de la mayor de Castilla”. Este nombramiento de Notario implicaba velar por la buena Administración de fondos públicos. Por esto, consta, que en 1804, “....fue de comisión a exigir de orden del Ministerio de Marina en virtud de Real Cédula del Consejo de Guerra, 44 mil reales a D. Francisco Segura y sus herederos de Orcera; evacuando sus diligencias con presteza y facilidad, no obstante que era un asunto grave por sus circunstancias, y que otros Escribanos y Comisionados habían salido muy mal, poniendo en el Ministerio de Orcera dicha suma”.
Sólo habían pasado un año de su nombramiento de Notario de Reynos, y se le encarga por el Ministerio de Marina las diligencias para el cobro de «44 mil reales», elevada cantidad de dinero en aquellos tiempos. Este encargo, sin duda se debe, a que en el cobro de dicha cantidad habían fracasado empleados de la Marina y entre ellos, sus propios Escribanos. Lo que implicaría la envidia de éstos al Escribano de Rentas y Notario de Reynos, D. Pedro. Y más, si como era costumbre, éste recibió un sustancioso pago por la comisión que le fue encargada, que puede cifrarse en unos 2.200 reales (5% s/44.000)[14]    
Con fecha 13 de julio de 1804, “....fue nombrado por el Tribunal de Farmacia para ir a evacuar las diligencias de boticas de la Provincia de Castilla la Vieja; en cuya operación evacuó al mismo tiempo una descripción topográfica de aquel País que le mereció el mayor aprecio del Tribunal”.
La descripción topográfica del viaje por la Provincia de Castilla la Vieja, abre una nueva faceta de D. Pedro, que como veremos, será una constante en su vida y que hereda su hijo Juan de la Cruz, ya que sus Memorias, recogen la «descripción topográfica de su País», descripción, sin duda basada, en los escritos de su padre.
En el año 1805, “por los expedientes que obran en poder del Señor Intendente de la provincia de Jaén, fue electo Procurador Síndico de la Villa de Siles su domicilio, y lejos de condescender con el manejo arbitrario de aquellos Capitulares, trató de que se restableciese el orden y Administración de fondos públicos, y enterada la Superioridad envío comisionados que justificaron cuanto Pedro propuso, descubriéndose mas de 26 mil reales de menos a los propios; y en cuyos expedientes y demás gastos no se demorasen por falta de medios. Por estos servicios, le nombró el Consejo Interventor y cuarta Llave de los Propios[15], con voz y voto en la Junta; y no habiendo conseguido que se le abonasen dichos complementos como se previno en la orden del 28 de julio de 1807, en otra de 7 de marzo anterior lo recarga al Consejo”.
La trascripción anterior corrobora el título de este capítulo. El prestigio del Escribano de Rentas/Notario, cuyas comisiones y su resultado, incluidas las hoy realizadas por un Interventor/Auditor, había llegado al Señor Intendente de la provincia de Jaén, por lo que fue electo Procurador Síndico de la villa donde residía, Siles, y cuarta Llave de los Propios.
 Los múltiples encargos, tanto de la Intendencia de la provincia de Jaén como de la de Murcia, que más adelante se expondrán, le hacen renunciar el 12 de enero de 1806 de la Escribanía de Benatae. Renuncia que fue admitida, dándosele certificación de haberla desempeñado a satisfacción; “...sin que Tribunal alguno hubiese jamás desaprobado sus actuaciones”.
El descubrimiento de que en las cuentas de Propios de la villa donde residía, Siles, faltaban 26 mil reales, sin duda se debe, a la revisión que hace D. Pedro de las referidas cuentas de años anteriores al de 1805, en el que , fue electo Procurador Síndico de la Villa de Siles. Dicho descubrimiento, no sólo le supuso el nombramiento de cuarta Llave de los Propios, también implicaría una comisión que puede cifrarse en unos 1.300 reales (5 % s/26.000).
 El 6 de julio de 1806, por real orden del Consejo de Castilla es nombrado para el “desempeño de la comisión (que muchos años estaba pendiente) de liquidar y cobrar los fondos del Real Pósito de la Villa de Siles: procedió en ella con tal acierto, actividad y prudencia, que en breve tiempo hizo la liquidación, dio curso a varios expedientes formados: allanó diferentes competencias, ya con la Justicia Real Ordinaria, ya con el Juzgado de la Marina, y ya con el Eclesiástico, sosteniendo los privilegios de estos fondos; y dando cuenta al Consejo le aprobó cuanto hizo en los diferentes ramos de la comisión, le dio las gracias, le concedió mil ducados por una vez de gratificación, y se le despachó la orden más satisfactoria nombrándole Juez Privativo de dicho Real Pósito.
El nombramiento de D. Pedro como Juez Privativo del Real Pósito, le suponía ser la autoridad competente, para despachar los asuntos económicos con las tres jurisdicciones. De la importancia de dicho nombramiento da idea, el que se le concediera una gratificación tan elevada por una vez, nada menos que mil ducados, equivalentes a 11.000 reales castellanos[16]
En aquella época, como se expone en el párrafo anterior, existían en la Sierra de Segura tres jurisdicciones: la Justicia Real Ordinaria, la Eclesiástica y la de la Marina. Esta última, desde el año 1751, que como quedó escrito, se crea la Provincia Marítima de Segura con Ministerio en Orcera. El cometido del Ministro, Juez de Montes del Tribunal de la Marina, era hacer cumplir a los vecinos las Ordenanzas de 1748, que sustituyeron y desplazaron las Ordenanzas de Segura, las que se dieron los propios vecinos en 1580 y fueron sancionadas por el Rey Felipe II
Como se aclara en la Notas 13, también en aquella época, existían varias clases de rentas, las que se recaudaban en los pueblos eran dos, las de Propios y las Reales, mas propiamente denominadas del Real Pósito. Las primeras, procedentes, como se dice en la Nota 15, de los aprovechamientos madereros y ganaderos de los Montes de los Pueblos, desminuyeron drásticamente, al crearse la Provincia Marítima de Segura, pasando los montes de Realengo y Baldíos a depender del Ministerio de Orcera.
Los fondos del Real Pósito se recaudaban vendiendo las rentas en especie, como se dice en la Nota 13, almacenadas en las Casas de Pósito o de la Encomienda, en las que los vecinos propietarios de todos los pueblos de la Sierra de Segura, entregaban, según el Catastro de Ensenada (1755), donde contestando la pregunta 15, se dice: “...el diezmo se paga de todos los granos, ganados y demás esquilmos, de diez, uno, y lo percibe el Serenísimo Señor D. Luis Infante de España (hermano de Carlos III), como Comendador de la Encomienda”. Años mas tarde (1800) el Serenísimo Señor, como se decía en una trascripción anterior, era el Infante D. Fernando, Duque de Parma.
Las rentas en especie referidas eran el antiguo gravamen impuesto por la Orden de Caballería de Santiago. Cuando los reyes Borbones unificaron las cuatro Ordenes de Caballería (Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa), en una sola, Las Órdenes, y se crea el Consejo de Ordenes, se mantuvieron dichos tributos. Que se repartían en tiempos de D. Pedro, de la forma siguiente: un tercio de los fondos del Real Pósito, correspondía al Serenísimo Señor Infante, Duque de Parma, Comendador de las villas de Segura. Otro tercio era para el clero, las necesidades de las parroquias y obras Pías, lo administraba el Vicario de Segura. El último tercio se denominaba de Obras y tenía este fin.
La villa de Beas tenía otro Comendador, el Marqués de Castelar, y también tenía Vicario, distinto del de Segura, que compartía con la villa de Chiclana. De mi niñez en dicho pueblo, donde nací, recuerdo cómo arreaban las bestias perezosas: muleros, gañanes y carreros, los de Orcera eran celebres, exclamaban: ¡Me cago en La Orden!. Así se manifestaba la inquina heredada de sus antepasados por el diezmo de todos los frutos, que entregaban en la Casa de la Encomienda o Pósito.
Al acumular nuestro personaje un nuevo título, el de Juez Privativo del Real Pósito de Siles y ejerciendo este nuevo cargo, “en su actividad y desvelos descubrió muchas fincas perdidas de los Propios de Siles y más de 400 fanegas de tierra”. Estos primeros pasos en consolidar la propiedad de los montes del pueblo donde residía, como veremos mas adelante, será una obsesión a lo largo de su vida, dedicada en sus últimos años a la defensa de los montes de su País.
La fama del ya prestigiado Escribano de Rentas, traspasa las fronteras de dicho País y de la Intendencia de Murcia, “se le confió la comisión para pasar a la Villa de Torres a liquidar varios errores de cuentas, y diferentes monopolios en el manejo de los fondos de Propios, y habiendo procedido con toda actividad en dicha comisión, a pesar de las sugestiones de los reos para eludir los efectos de la comisión descubrió que a dichos fondos se habían usurpado mas de 12.507 reales en diferentes ramos de dicha Administración: y puso de manifiesto los verdaderos responsables de 19.585 reales que se robaron a las Arcas de Propios el año 1789, cuyo reintegro aun no se había verificado a pesar de las repetidas órdenes del Consejo y de la Contaduría de la Provincia”.
Lo que se ha trascripto hasta ahora de la documentación encontrada, que describe la ejecutoria de D. Pedro como Escribano de Rentas y Notario de Reynos, deja bien claro los cuantiosos honorarios que cobraría en cada comisión que se le encargaba, a lo que se añadía gratificaciones tan cuantiosas como la de 1.000 ducados. Pero como se ha apuntado, dicha ejecutoria también deja claro, la envidia que provocaría sus competentes gestiones entre el personal de la Marina, e incluso el odio de los defraudadores, de los que había descubierto sus manejos para sustraer importantes cantidades de dinero de los fondos públicos.
Continuando con las trascripciones, el 26 de noviembre de 1807, “se acredita que por el Señor Intendente D. Clemente Campos fue comisionado para recoger revisar, todos los expedientes formados en los pueblos de Segura de la Sierra sobre enajenación de obras Pías, y que informase en su visita cuando se le ofreciese y pareciese, habiendo evacuado dicha comisión a satisfacción y sin recibir dietas, ni pago alguno”. El que no recibiese remuneración por tan arduo trabajo, que le llevaría a recorrer todos los pueblos de su País, para reconocer las obras Pías enajenadas, indica su altruismo siempre que se le encargaban trabajos en beneficio de su tierra y de sus paisanos[17].
De la ejecutoria de D. Pedro como Escribano/Notario en el año 1808, no se ha encontrado documentación, pero si de algunas de sus actuaciones, algunas de ellas militares, durante la Guerra de la Independencia, las más relevantes se tratarán en el capítulo siguiente.
El 14 de agosto de 1809 por la Intendencia de Murcia, se le encarga comisión “para pasar a la villa de Villa Rodrigo a liquidar varios atrasos de créditos a favor de D. Pascual Ortega; y a la justificación de otros excesos que se cometían en el manejo de los propios, y evacuado a satisfacción el ajuste de cuentas en beneficio del acreedor, y de los caudales públicos descubrió que a éstos se tenían perjudicados en más de 8 mil reales que se habían ocultado de diferentes sumas, siendo el responsable de todas ellas el Escribano Manuel Venegas”.
Dicho Escribano, cuyo nombre completo es Manuel Martínez Venegas, se enfrenta al Comisionado, D. Pedro, que logra escapar de la “Casa donde estaba hospedado”[18] en Villarrodrigo, al enterarse que iban a prenderle, “y dejó burlado al Benegas”. Antes de su huida, se le presentó el Alcalde de dicha villa, “Ramón Campos, y le manifestó que el Benegas en su presencia había mandado a dos hijos suyos y a un criado que salieran al camino a ver si podían prenderle, y aún si era necesario le tirasen un escopetazo, pero no le alcanzaron sin duda por la celeridad con que caminó...”.
El fallido asalto no amilana al Comisionado que “resolvió volver a Villarrodrigo auxiliado de 10 escopeteros, para hacer los competentes embargos al Benegas, y que se realizase el reintegro en Arcas de los 7.284 d 30 mrs. Que resultaban del expediente”. Para apoyar dicho reintegro “hizo el embargo de diferentes bienes raíces, Muebles y semovientes (9 reses de vacuno sin domar), y hecha esta diligencia y puestos en la jurisdicción de Benatae por más seguridad dichos semovientes,..., se regresó a Siles”.
Del viaje que preparaba D. Pedro a Murcia, para informar al Intendente de esta capital de la comisión que se le había encargado, debió enterarse Venegas, que quiso impedirlo a toda costa. Y siguiendo con las trascripciones del documento que nos ocupa: “...se tiró segunda vez a un Cortijo del Comisionado donde estaba con su familia, y habiendo engañado a un criado para que abriese la puerta, con pretexto de ir a llevar a su Amo unos dineros, entró con sus dos hijos, su yerno y seis hombres armados donde estaba durmiendo con su Esposa, lo sacó del Cortijo en la Madrugada del día 9 de Abril próximo pasado a bastante distancia donde tenía caballerías preparadas para llevarlo preso a Villarrodrigo, y así que lo estuvo seguro, volvió el Benegas al Cortijo registró las Arcas, habiendo encontrado en una de ellas 1.100, los que tomó juntamente con la Maleta que tenía el Comisionado hecha para venir a esta ciudad, y con todo marchó a Villarrodrigo donde lo tubo arrestado en el Ayuntamiento con Guardias de Vista...”. Arresto que duró el tiempo en que tardaron las reses en volver desde Benatae donde estaba depositadas.
El Escribano Venegas seguía sin reintegrar lo defraudado y sin pagar una multa de 200 ducados el 7 de septiembre de 1810, fecha de la carta que la Intendencia de Murcia dirige al Alcalde Ordinario de Villarrodrigo, exigiéndole “el competente documento de la citada notificación”al referido Escribano para que se “se presentase en esta Capital para comunicarle asunto del Real Servicio”. Carta que se recoge en la Copia nº 2 (1810-IX-7) del documento citado en la Nota 18, y del que se deduce, que la proximidad del ejercito francés a Murcia impidió que Venegas devolviera lo defraudado y pagara la multa que se le impuso.
Por otra orden de 18 de octubre de 1809, se le aprobó por la misma Intendencia de Murcia “la comisión que se le había confiado para el arreglo de los repartimientos de Reales contribuciones de la Villa de Siles; mandándose que su método fuera la norma para lo sucedido en dicha villa”.
La  contribución única creada en el reinado de Carlos III, con la que se gravaba a sus súbditos, cincuenta años después, por lo que se dice en la trascripción anterior, requería repartimientos. Por esto se le encarga al Escribano de Rentas un método para los repartimientos de Reales contribuciones de la Villa de Siles. Método, que la Intendencia de Murcia toma como norma, luego sería el modelo que se aplicaría a las otras villas de la sierra.
De los comentarios que se hacen a las trascripciones anteriores, puede deducirse, que es apropiado el título de este capítulo: El prestigioso y prestigiado “Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de Castilla,  Notario de Reynos”. Pero como también se ha dicho en este capítulo, el prestigio de D. Pedro sin duda le acarreo sinsabores y disgustos; y con ellos, la envidia de personas relevantes, tanto de la Marina como de otras instituciones, entre las cuales, como veremos más adelante, se encontraba el estamento eclesiástico.
Antes de cumplir el Escribano/Notario, cuya vida seguimos, las dos comisiones con las que acaba este capítulo, se habían producido dos acontecimientos trascendentes, el levantamiento del pueblo de Madrid contra el ejército de Napoleón del 2 de mayo de 1808, que inicia la Guerra de la Independencia, y la derrota de dicho ejército por el de Andalucía en la batalla de Bailén del 19 de julio del mismo año.
Pero también a finales de 1808, entra nuevamente en Madrid el ejército francés al mando del Emperador, acompañado de su hermano José, que recupera el trono de España, después de la retirada de rey Intruso a raíz de la referida batalla de Bailén. De esto tratará el capítulo siguiente.



-III-

El  Patriota estratega defensor de su tierra de la invasión francesa. La Guerra de la Independencia.
En el inicio de la Guerra de Independencia el Escribano de Rentas y Notario de Reinos acumula otro cargo, como se deduce de la certificación librada por el Escribano Francisco Ignacio Soler, el 29 de junio de 1808: “consta que hallándose aquel año de Regente de la Real Jurisdicción Ordinaria de Siles, y siendo además Interventor de la cuarta Lleve de aquellos Propios, dio principio al arreglo de sus fondos, repartimiento de suertes concegiles y fomento de la agricultura…”.
 Nuestro personaje en año tan trascendental, ocupa un cargo mas, el de Regente de la Real Jurisdicción Ordinaria de Siles, que une a su ejecutoria personal de Escribano/Notario y Perito Agrónomo. Ejerciendo sin cobrar, esta última profesión, lo que confirman los repartimientos de suertes concejiles y el fomento a la agricultura, como se reseña más arriba.
La trascripción anterior continua: “....que habiendo ocurrido la injusta agresión del enemigo a nuestra Patria, fue el primero que cumplió con las órdenes de la Junta Suprema de la Provincia, conduciendo a los mozos que se le pidieron a Albacete, siendo los más voluntarios en fuerza de una Proclama que se le dirigió. Y habiendo recibido varias órdenes del Gobierno intruso, hizo encender una hoguera en la Plaza dicho día 29, (20 días antes de la batalla de Bailén), y las quemó en presencia del Ayuntamiento y el Público”.
Como el lector habrá comprendido por lo que se dice en el capitulo anterior, al Escribano de Rentas se le encargan comisiones tanto de la Intendencia de Jaén como de la de Murcia, antiguos reinos de la Reconquista que pasaron a Provincias. La Junta Suprema de la Provincia del párrafo anterior se refiere a la de Murcia, de ahí que el Regente de la Real Jurisdicción Ordinaria de Siles, condujera los mozos que se le pidieron a Albacete. El que quemara las Órdenes del Gobierno intruso en la plaza de Siles, en presencia del Ayuntamiento y vecinos de la Villa, le distinguen como uno de los primeros Patriotas de su País.
Por otra certificación de 7 de septiembre del mismo año (1808), del Secretario de la Junta Suprema, D. Antonio Josef de Calahorra, “...consta que ofreció los once mil reales que le señaló el Consejo por la comisión del Pósito; y a un hijo de quince años (su hijo mayor), para el servicio de la Patria, a cuya oferta se acordó contestar en los términos más satisfactorios y ofreciendo dar la graduación correspondiente a su hijo: mas no obstante lo presentó en la calle de Cadete, según Ordenanzas”.
Nuevo acto de patriotismo de nuestro personaje, al ofrecer, junto con los 11.000 reales, que le había señalado el Consejo, a su hijo mayor, con tan sólo 15 años. Pero lo más relevante de este ofrecimiento y que lo dignifica, es que el padre no acepta la oferta del Consejo de dar graduación al joven que se incorpora a filas. El Padre Patriota lo presenta como un simple Cadete, según Ordenanzas, dando ejemplo a los vecinos de Siles y a los de las demás villas de su País, que ante la guerra, para él no había privilegios, actuaba como cualquier hijo de vecino.
Estamos seguros que D. Pedro en su juventud admiraba a Napoleón, como la mayoría de los jóvenes ilustrados de su época y entre ellos, sus compañeros de la Escuela de Aranjuez. Pero muy especialmente en esa admiración entraba un intimo amigo suyo, D. Antonio Sandalio de Arias. Éste le escribiría a su amigo de Siles desde la Corte, infirmándole de cada una de las batallas ganadas por el general, después primer Cónsul y Emperador. Incluso es probable, que le enviara recortes de publicaciones francesas en las que se describía con detalle dichas batallas.
La admiración apuntada de nuestro personaje por Napoleón, terminaría en el año 1804, en que la flota franco-española quedó destruida por la inglesa en la Batalla de Trafalgar. Sin duda, el Patriota lamentaría, que por culpa del que se había autonombrado Emperador, navíos construido con maderas de Segura en cuya elaboración y navegación por los ríos Guadalimar/Guadalquivir él había participado, los hubieran hundido los ingleses por la impericia del almirante francés que mandaba la referida flota.
La Guerra de la Independencia, hasta la llegada de los franceses a la Sierra de Segura, no impidió que D. Pedro siguiera su ejecutoria de Escribano/Notario como se resume el capítulo anterior. Por la certificación de D. Josef Ramón de Ocaña de 20 de octubre de 1809, se sabe su nombramiento de Juez Comisionado por la Real Chancillería de Granada “…para la pesquisa de los autores de un homicidio que sucedió en la Villa de Ríopar el año 1806; y sobre la falsedad de una Escritura que se atribuía al Escribano de dicha Villa, resulta que dicho Martínez, actuó en ambos expedientes de comisión con el mayor desinterés y acierto debiéndose, a sus activas diligencias el descubrimiento de muchos extremos que había ocultos: en cuya virtud la Real Chancillería aprobó el sumario y mandó continuar la causa hasta dirimirla”.
Siguiendo con las trascripciones, consta: “que por documentos originales que obran en poder del Señor Intendente a quien se le remitió por el consejo de Castilla con real Orden de 7 de marzo, que en 17 y 22 de enero de 1809, formó Martínez, un escrito que presentó a la Junta Superior proponiendo un plan de defensa de la Sierra de Segura, con los medios de mantener la tropa que allí se destinase, y aunque mereció general aprecio dicho escrito, por haberlo examinado el Señor D. Ignacio Muñoz, Comandante en armas de dicha ciudad (sería Jaén), y manifestando en su informe ser importante, quedó por entonces abandonado, hasta que urgiendo las circunstancias de aproximarse el enemigo por aquel País, se entregó al Ingeniero Morata para que lo examinase en la Sierra”.
No debió quedar muy satisfecho al que ya podemos denominar el Patriota estratega defensor de su tierra, con el curso que se le dio a su plan de defensa de la Sierra de Segura, y como se recoge en otro documento: “Conociendo la necesidad de que se llevasen sus propuestas para bien de la Patria, pasó a Cádiz y presentó al Congreso nacional dichos Planes, que había podido recoger de donde se hallaban; y examinados en Sesión Secreta por su importancia y puntos que se tocan en ellos, por la rama militar, se aprobaron con recomendación y pasaron al Consejo de Regencia, y visto todo por S. A. S. resolvió que se remitan al General en Jefe del tercer Ejército, para su ejecución y que su autor sea conducido de cuenta de la Real hacienda, para su ejecución”.[19]
No conocemos el tiempo que el Patriota estratega permaneció en Cádiz, sin duda, el suficiente para reafirmarse en sus ideas liberales, que le acompañarían toda su vida y que incluso trasmitió a sus descendientes. El viaje de vuelta de la referida ciudad al pueblo de su residencia, Siles, pagado de cuenta de la Real hacienda, sería a raíz de la batalla de Ocaña, en noviembre de 1809, ganada por el ejército francés, que le abría la puerta para la invasión, primero de La Mancha y después de Andalucía.
Tampoco conocemos si el General Jefe del tercer Ejército puso en ejecución los planes de D. Pedro, al menos en su tierra no, por lo que se dirá más adelante. En todos los pueblos de la Sierra de Segura se fue conociendo, primero, la ocupación de Jaén por el general Sebastián, que el 28 de enero de 1810 entró en Granada, donde, el 16 de marzo, los granadinos rindieron pleitesía a José Bonaparte que visitó la ciudad. Antes de la entrada del rey intruso, la venganza de las tropas francesas fue tremenda, hubo días de más de doce muertos a garrote o fusilados.
Lo mismo pasó en Córdoba, también, después de la entrada del rey José, se produjeron venganzas. Soult dejó como gobernador de dicha ciudad a Godinot, que se hizo famoso por su crueldad. El primero de febrero, los franceses entraron en Sevilla, que capituló ante las fuerzas del mariscal Víctor, apoderándose dichas fuerzas de 200 cañones de la maestranza. Todas las ciudades se sometieron al saqueo, llevándose los franceses los tesoros y caudales, cifrado en millones de reales y haciéndose dueños de fábricas y establecimientos públicos. El que puede denominarse Paseo Militar del Ejercito de Napoleón por Andalucía, terminó con el cerco de Cádiz.
A la vez que se iban conociendo los acontecimientos anteriores, a todos los pueblos de la Sierra de Segura llegaron escapados, soldados del ejército regular y paisanos que buscaban protección al amparo del terreno montuoso. Algunos de ellos se integraban en partidas de guerrilleros ya formadas, o las nuevas que se fueron creando en los antiguos Reinos de Jaén, Granada y Murcia.
Las partidas capitaneadas por Juan Uribe, Andrés de Diego y Hermenegildo Bielsa, se refugiaban en los montes que rodean el pueblo de Beas y sus vecinos la abastecían de provisiones. Esta fue la causa de que dicha villa fuera la primera de la Sierra de Segura en la que entraron los franceses. Siguiendo el hilo que hilvana las citas que se trascriben en estos Apuntes, en las Memorias de Juan de la Cruz, se dice: “Su iglesia parroquial (la de Beas) fue completamente quemada en la guerra de la independencia por el regimiento de infantería num. 55. Este pueblo sufrió hasta once incendios por su lealtad”.
En el Convento de las Carmelitas de Beas, que fundó Santa Teresa y que de él fue capellán, San Juan de la Cruz, se conserva un manuscrito redactado por la Superiora de aquellos tiempos, que testimonia aquel día aciago en que los franceses quemaron la iglesia parroquial y se salvo el convento. Trascribimos seguidamente parte de dicho manuscrito:
“Desde la azotea vimos como el voraz incendio se propagaba a este Santo Convento y que el fuego quemaba los restos del saqueo esparcidos por la placeta entre la torre y nuestra iglesia, estábamos seguras que ésta también ardería, las llamas ya entraban por rejas y ventanas. La Comunidad llena de fe de amor y veneración a nuestra Venerable Madre María de San José, que fue la que a costa de inmensos trabajos, sacrificios y desvelos, pudo edificar la hermosa Iglesia del Convento, acudió a su intersección y poder ante el Señor; y subiendo en unas parihuelas su santo cuerpo, que casi entero se conserva, lo pusimos en las cámaras enfrente de las llamas. ¡OH prodigio admirable!. Al instante las llamas se apagaron y murieron, ante los venerables restos de tan Santa Madre, como lo es Nuestra Venerable Madre María de San José. De este milagro fue testigo toda la villa y dan testimonio de ello las paredes de la Iglesia y el Convento ennegrecidas. Bien podía llamarse a esta Iglesia, Iglesia Milagrosa”.
El estratega D. Pedro pronto se enteró de lo que había pasado en Beas. Las partidas antes mencionadas de Uribe, Andrés de Diego, su ayudante, y el comandante Hermenegildo Bielsa, que juntaban tantos hombres como los franceses, huyeron y dejaron que la vecinos de la villa de Beas fueran las víctimas, por proteger a los guerrilleros, por esto sufrieron la venganza del ejercito invasor. Los integrantes de las referidas partidas se comportaron más como bandoleros que como guerrilleros.
Posiblemente en el Plan de defensa de la Sierra de Segura del estratega D. Pedro, aparte de la logística e intendencia, que sus paisanos se comprometían a prestar a las tropas que se desplazaran a su tierra, también debía contemplarse el refuerzo militar de los serranos, pero no como los integrantes de las partidas antes mencionadas, más bandoleros que guerrilleros, sino como el refuerzo que prestaba en las dos Castillas al Ejercito anglo-español, el ya famoso guerrillero conocido como el Empecinado.
Que los franceses no fusilasen a persona tan significada como D. Pedro, patriota declarado, al quemar en la plaza del pueblo los papeles procedentes de la Corte del Rey José, entregar 11.000 reales para la guerra, conducir los mozos de la Sierra hasta Albacete y entre ellos, a su propio hijo con tan sólo 15 años; pero sobre todo, ser autor del Plan de defensa de la Sierras de Segura y Alcaraz, sólo puede tener tres explicaciones. La primera, que ningún paisano suyo lo denunciase; la segunda, que se refugiase con su familia, en el pueblo de más difícil accesibilidad para los franceses, el de su nacimiento, la villa de Santiago; y la tercera y más probable, su conocimiento del idioma francés como se expone a continuación.
Como D. Pedro conocía el idioma francés por sus estudios en la Escuela de Agricultura de Aranjuez, se prestaría, como Regente de la Real Jurisdicción Ordinaria de Siles, a formar parte de las comisiones creadas para pactar con los Jefes de las Guarniciones francesas asentadas en las villas andaluzas del valle del Guadalimar. No conocemos al acuerdo llegado entre los representantes serranos comisionados y el Comandante de la Guarnición más próxima a la Sierra de Segura, por el que éste aceptaba que su tropa no pasaría de La Puerta, que con Beas son las dos entradas a dicha Sierra.
Es de suponer que el referido acuerdo/pacto les costaría caro a los vecinos, que se comprometerían a entregar miles de reales de plata, cientos de fanegas de grano y numerosas cabezas de ganado, carneros y vacas principalmente. El pacto anterior, si se hizo, de nada sirvió, una columna del ejército francés procedente de La Mancha camino de Valencia, llega en octubre del 2010 a la aldea de La Puerta. Desde donde suben hasta la villa de Segura, que cae en poder de los franceses el día 17 de dicho mes, después de ser incendiada y de que se dinamitara el castillo.
Una vez tomada la villa de Segura, de la que pocos guerrilleros pudieron escapar con vida, los franceses mandaron emisarios a todos los pueblos de la sierra, con el fin de recaudar monedas de plata para el rescate de los prisioneros, las personas más notables de la villa. Uno de esos emisarios escribió lo siguiente:
“Segura ha pagado muy caro la brava resistencia que se le hizo a los franceses. Incendiaron el Castillo, las casas consistoriales incluidos los archivos, la Iglesia Parroquial y las mejores casas, las situadas junto a la Puerta Nueva”.
Lo mismo pasa en Orcera el 22 de enero de 1811, fecha en el que es saqueada e incendiada, siendo pacto de las llamas su iglesia parroquial, como lo fue la de Segura tres meses antes.
Para el estratega Martínez, “que en 17 y 22 de enero de 1809, formó un escrito que presentó a la Junta Superior proponiendo un plan de defensa de la Sierra de Segura, con los medios de mantener la tropa que allí se destinase”, sería muy doloroso ver los desastre que dejaron a su paso los franceses y la ruina en que quedaban los pueblos afectados por la invasión.
Pero estamos seguros que los referidos desastres no amilanarían a nuestro personaje, que de estratega pasaría a reparador/restaurador de las referidas ruinas. Empezando con el suministro de maderas para la construcción de los edificios derruidos en los pueblos de su País, para después pasar a los cercanos de La Mancha y Andalucía, que según sus paisanos, empezaba desde Beas para abajo.
El liberal Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina. Reseña sobre las actividades del Perito Agrónomo.
La mejor noticia, posiblemente de toda su vida, que recibió D. Pedro, ya con 36 años fue, que las Cortes de Cádiz, el 19 de marzo de 1812, habían aprobado la Constitución. Pero las alegrías, a veces, vienen acompañadas de tristezas, en las que entró sin duda el reconocido liberal, al ver las consecuencias que tuvo el Decreto de las Cortes de Cádiz del 14 de Enero de 1812, dos meses antes que se aprobase la Constitución. Decreto, por el que se ponía fin a las Administraciones de los montes de Segura por la Marina y Negociado de Hacienda. Las consecuencias quedan claras en las Memorias de su hijo que venimos siguiendo, de las que trascribimos:
“Los pueblos respiraron con la destrucción del ministerio, y creyendo como en otro lugar hemos notado ya, que los arbolados eran la causa de su desventura hicieron asombrosos destrozos en los bosques, talaron, quemaron y allanaron los amojonamientos del arbitrio de Guadalmena, creado en 1751 para con sus productos atender el pago de los guardas y a la extinción de los incendios”.
Estos desastres para los montes de Segura, se acompañaban de las buenas noticias que llegaban a sus pueblos de la guerra. El rey José I salió de Madrid, adelantándose a la retirada del grueso del ejército francés. La última batalla tuvo lugar cerca de Vitoria, la ganó el ejército anglo-español, venciendo a las fuerzas francesas, que daban escolta a una larga comitiva de carretas cargadas el valioso botín, que el rey intruso quería llevarse a Francia. En esa comitiva también se encontraban sus colaboradores y las familias de estos en coches de caballos, fueron hechos prisioneros.
A la alegría, primero, de la retirada de las guarniciones francesas próximas a la Sierra de Segura y después, del final de la guerra, se unió la penuria para reconstruir los destrozos que hicieron a su paso los franceses, como se decía al final del capítulo anterior. Pero más importante que la referida penuria era la hambruna, los franceses no dejaron grano para simiente, ni animales para las labores del campo y la cabaña ganadera, ¡tan destrozada!, que tardaría muchos años en rehacerse.
Entre los referidos destrozos se incluían las casas, iglesias y edificios públicos quemados, así como la ruina de obras civiles. Para su reconstrucción se necesitaba madera, de ahí, que muchos vecinos de los pueblos de la Sierra de Segura se convirtieron en traficantes de maderas. Las caravanas de carros cargados de gruesos troncos de pino y/o piezas escuadradas eran continuas, tanto para el suministro de maderas en los pueblos de la Sierra de Segura como de los cercanos de Andalucía y La Mancha, como también se decía al final del capítulo anterior.
De las corta abusivas (talas) y las quemas subsiguientes después de las cortas, para que no quedaran rastros de los tocones, eran responsables los traficantes de maderas, pero su negocio les duró apenas dos años. Con la entronización por fin del rey deseado, Fernando VII, y la vuelta al Régimen Absolutista por el decreto de Macanáz, se renuevan las Administraciones de la Marina y del Negociado de Hacienda. Que acaban con el abuso de algunos traficantes de maderas, pero no con todos, ya que también se renuevan los negocios de maderas lucrativos de los funcionarios de las referidas Administraciones, nuevamente se volvía al Antiguo Régimen.
Ante esta situación, el liberal D. Pedro debió pensar, como se dice en las Memorias: “..Qué si mala era la Administración de la Marina, peor era para los montes de Segura el no tener ninguna.. “, por lo que acepta el puesto de Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina. Sus empleados, según recoge su hijo Juan de la Cruz en su libro, Estudio sobre el Ramo de Montes, variaban el sueldo desde 10.800 reales que cobraba el Ministro y Juez de Montes, a 1.440 de los guardas. El escribano mayor 3.600 reales y el escribano auxiliar 2.160. El sueldo que cobraría el nuevo Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina, sería igual o superior a los 3.600 reales, por su prestigio acreditado de muchos años.
El  que aceptase D. Pedro el puesto de Escribano de la Marina, posiblemente  se debiese, a que tantos los fondos de Propios como los de Pósito habían quedado exhaustos, por los destrozos y las consecuencias del paso del ejercito invasor, como se decía mas arriba, a lo que se añadiría las contribuciones para sostener el ejercito anglo-español. Esta falta de fondos no le permitiría al Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de Castilla y “Notario de Reynos”, ni tan siquiera cobrar las comisiones inherentes a dichos cargos. Al menos como Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina, se le garantizaba un sueldo.
Sin descartar las razones económicas expuestas, éstas no serían las únicas que le motivarían para entrar en la Administración de la Marina, teniendo en cuenta, que en los años que ejerció el cargo de Escribano de Rentas, casi quince, a los altas comisiones que cobraría, sin duda añadió, las gratificaciones que había recibido, algunas de hasta 1.000 ducados.
De lo anterior puede deducirse, que a los 40 años, nuestro biografiado tendría un gran capital, principalmente formado por los montes arboladas que había adquirido, al que se añadía tierras de labor que rodeaban sus cortijos. De ahí que dicho capital, no sufriera mas merma durante la invasión francesa, que los daños ocasionados por incendios forestales, que si los hubo, serían de pequeña extensión, ya que en la guerra de guerrillas una de las estrategias es la emboscada. No pasó lo mismo con el capital de agricultores y ganaderos, entre los que también se incluía el Escribano, la quema de cosechas, la incautación de granos, la requisa de animales de labor, empobreció a los primeros. Y la entrega forzosa del ganado a la Intendencia, sucesivamente del ejercito invasor y del anglo-español, arruinó a los segundos.
El que fuese D. Pedro un importante propietario de montes arbolados, aparte de las razones económicas anteriores, puede explicar que aceptase el puesto de Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina, ya que como se ha dicho, los años anteriores, desde 1812 a 1814, sus paisanos “...hicieron asombrosos destrozos en los bosques, talaron, quemaron...”, dando por supuesto que dichos desmanes sólo afectarían a los bosques públicos, no en los de propiedad particular, que vigilaban sus dueños.
Con la restauración del Juzgado de Montes de la Marina, no sólo se ponía fin a los abusos apuntados y se suprimía el trafico incontrolado de maderas, también aumentaba el precio de dichas maderas, lo que interesaba a todos los propietarios de arbolados y entre ellos, al nuevo Escribano de la Marina.
 Al aceptar dicho puesto, nuestro personaje rompe la tradición familiar de su abuelo y padre con el mismo nombre de Pedro Fernando, que como ganaderos se enfrentaron a la Marina desde que se crea la Provincia Marítima con Ministerio en Orcera. Dicho enfrentamiento se debía a las trabas que dicho Ministerio ponía a los ganaderos, al cobro de arbitrios de los pastos de la Sierra de Segura y los de Guadalmena en Sierra Morena, donde se llevaba el ganado a invernal.
No pasaba lo mismo antes que los Guardas de la Marina sustituyeran a los Caballeros de Monte[20], que durante más de siglo y medio, vigilaban los montes y hacían cumplir las Ordenanzas de Segura, las que se dieron los propios vecinos y ratificó el rey Felipe II en el año 1580, de lo que ya se ha dado constancia. Esos montes seguían siendo de realengo desde la reconquista, como claramente se recoge en las tantas veces reiteradas Memorias, donde se deja escrito: “El Rey D. Alfonso dio a los caballeros de Santiago Segura y sus tierras...”.
Por las Ordenanzas referidas del siglo XVI, los vecinos de las villas de Segura y sus arrabales, podían disfrutar libremente de los pastos y cortar la madera necesaria para sus viviendas, construcciones civiles y aperos, así como roturar los montes para cultivos de regadío. Pero dichos vecinos venían obligados a pagar tributos, que recaudaba los Administradores de la Encomienda de la Orden de Santiago y/o Escribanos de Rentas del Real Pósito, como aclaraba la Nota 13.
Otra posible explicación de que el nuevo Escribano de la Marina aceptara este cargo, también podría ser, porque dicha Administración había dejado atrás el trato vejatorio que recibían sus paisanos de los guardas y demás funcionarios. Ya no se repetiría lo que dejó escrito un Ministro de Orcera,: “...a latigazos haré yo que respeten los arbolados”, y no era una simple amenaza. Los guardas azotaban a los presuntos infractores, que sólo hacían lo que les permitía las antiguas Ordenanzas, las conocían bien por haberlas seguido durante siglos. A dichas Ordenanzas se debía la conservación de los arbolados, no así a las nuevas de la Marina, que el Ilustre Escribano que nos ocupa calificó: de uno de los reglamentos hijo del error y del Poder.
Entre las actividades de D. Pedro, en la etapa que desempeñó el puesto de Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina , destacan las copias que hizo de documentos importantes, que se guardaban en el Caserón de Orcera, sede del referido Juzgado. Algunos de dichos documentos, como se decía en la INTRODUCIÓN, los hace públicos su hijo Juan de la Cruz en sus libros.
Entre esos documentos importantes que copia el prestigioso Escribano, se encuentran las visitas que hicieron los funcionarios de la Marina a los Montes de Segura, antes y después, de declararse la Provincia Marítima del mismo nombre, en el año 1751. La primera visita se realiza el año anterior, el de 1750,  con el resultado del “....asombroso número de árboles de todas las especies de 434.451.279”. En la segunda visita realizada en 1789 por D. Juan Pichardo, se contaron 264.481.053 árboles de todas las especies.
Como se reseñaba en la Nota 7 y se apuntaba mas arriba, su hijo Juan de la Cruz en su libro Estudios sobre  el Ramo de Montes Arbolados de España, inserta un cuadro a doble página con el título VISITA DE LOS MONTES DE SEGURA, donde se desglosa para cada uno de los 41 pueblos en cuyos términos se encontraban dichos montes, el número de árboles contados en cada uno de esos términos, separados por especies, y que totalizaban los mas de  264 millones.[21]
A la documentación referida sobre las visitas a los Montes de Segura, que copia el Escribano de la documentación archivada en el Caserón de Orcera, como se ha dicho, se unen copias de otros documentos relativos a informes negativos que los propios funcionarios del Juzgado de Montes hacen de las ordenanzas por las que se rigen, las de 1748, y del comportamiento de los dependientes de dicho Juzgado. Desde el Juez Principal, el Ministro, hasta el de sus subordinados vigilantes de la inmensa riqueza, la guardería, cuya conducta conocía bien el copista, por ser testigo de las corruptelas que cometían y trato vejatorio que daban a sus paisanos.
Como mas adelante abordaremos con extensión, la crítica que hace nuestro protagonista de la Administración de la Marina y de sus empleados, al ocuparnos de los artículos que tratan de la polémica entre El observador serrano, seudónimo de D. Pedro, y El defensor del arbolado, seudónimo atribuible a un Exministro de Orcera, sólo apuntaremos a continuación lo más relevante de dicha crítica.
Los argumentos en los que se funda el Escribano de la Marina para rebatir las acusaciones que le hace El defensor del arbolado, son los documentos que guarda en su archivo personal, copia de los informes de significados marinos, empezando por el del capitán de fragata D. Juan Valdés, primero que hizo un reconocimiento, en abril de 1738, de los pinares de los Montes de Segura. Continuando por el juicio crítico  que hace de la Marina el Señor Salazar y terminando, por el que refrenda los abusos del personal de la Marina, adscrito al Juzgado de Orcera, de Don Martín Fernández Navarrete.
 ” Otros muchos y preciosos escritos dirigidos al trono.....”, (trascribiendo escritos de D. Pedro), aunque no fuesen de significados marinos, también informan sobre los desaguisados que se cometen en los Montes de Segura. Entre ellos, unos apuntes que dirigió un experimentado dependiente de la marina al Departamento de Cádiz, en el que acusaba a los administradores de la Provincia Marítima de Segura de destructores y aniquiladores del arbolado y de llevar a la ruina a los habitantes de las sierras de dicha Provincia.
Dejemos las actividades de D. Pedro como Escribano de la Marina y pasemos a otras actividades relacionadas con su profesión de Perito Agrónomo. Con el final de la Guerra de la Independencia, el Perito reanuda la correspondencia con su amigo, liberal como él, D. Antonio Sandalio de Arias, que le hace llegar un correo en el que se incluía una carta y un ejemplar de la segunda edición de su primera publicación, titulada: Cartilla Elemental de Agricultura Española (1808). En la carta le contaba que se había librado de la cárcel por las acusaciones de afrancesado que recayeron sobre él al dejar la Corte José I, a pesar de negarse a colaborar con su Gobierno.
En la Cartilla Elemental su autor deja escrito:
“...que mis padres fueron labradores, y yo también libro mi subsistencia a la Agricultura....., pero que cercenando ratos de descanso y pidiendo libros a los amigos, cuando eran tan costosos que mis circunstancias no sufragaban a comprarlos...., necesitaba un estímulo para resolverme a trasladarlos desde mi imaginación al papel, cuyo inconveniente venció la Real Sociedad Económica Matritense con el premio que ofreció en la Gaceta de 26 de abril de 1805....”.
El premio consistió, en la publicación de la Cartilla Elemental referida, con la que D. Antonio inicia una bibliografía numerosa de más de 40 libros e informes, como testimonian los archivos de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. En la que ingresó como Socio de Mérito, siendo elegido Director en tres ocasiones, dos en 1836 y una en 1837. Terminemos los rasgos biográficos de tan insigne personaje con los títulos y cargos que ocupó: Catedrático de Agricultura y Botánica, Académico y Presidente de la de Ciencias Naturales, Jardinero Mayor del Real Jardín Botánico, Inspector General de Montes, etc., etc..
Eran necesarios los párrafos anteriores como fácilmente se comprende, para continuar los Apuntes Biográficos sobre D. Pedro, ya que inicia los estudios de Agricultura con las mismas dificultades económicas que su amigo, por el alto costo de los libros y los enormes gastos que para una familia acomodada suponía su estancia en  la Corte. Y lo más importante, que D. Antonio Sandalio tiene una influencia trascendental en su amigo, no sólo en su vida profesional, también en inculcarle la ideología liberal de aquellos tiempos, heredada de la Revolución Francesa.
Entre los libros de alto costo se incluía el citado al final del capítulo primero, “TRATADO del cuidado y aprovechamiento de los MONTES Y BOSQUES....”, escrito en francés por Mr. DUHAMEL DU MONCEAU (Nota 11). Libro que se seguía por la Marina en la selección de los árboles útiles para construcción naval y en la preparación de las maderas que se botaban a los ríos, cuyas aguas nacían en los Montes de Segura, con destino a los Departamentos Marítimos de Cádiz y Cartagena.
El contacto y trato del nuevo Escribano de la Marina con los Ingenieros de Maderas de esta Administración, sin duda amplió sus conocimientos sobre el Ramo Montes. Del que como más adelante veremos, se convertiría por dichos conocimientos, junto con su amigo D. Antonio Sandalio, en persona imprescindible para el desarrollo legislativo de dicho Ramo.
La correspondencia entre los dos amigos se interrumpe cuando se inicia la persecución de los liberales significados como D. Antonio en la Corte, pero éste ya le había dejado un tesoro al Escribano y Perito Agrónomo, sus libros sobre Agricultura y entre ellos, la Cartilla Elemental de Agricultura. Cuyas enseñanzas pronto pone en práctica D. Pedro, realizando una plantación de olivos en una de sus fincas de secano, La Carica, que 60 años después hereda su nieto D. Manuel Martínez Garrido, también Notario como reiteradamente se ha dicho. La técnica seguida en la plantación era la que primorosamente se describe en la referida Cartilla Elemental: “amplios hoyos al marco real, a 40 píes de distancia entre si, plantación de una a tres estacas de una vara de largo y grueso como el de un astil”. Aclaremos que esta técnica se aplicaba en terrenos de secano.
En sus propiedades de regadío, D. Pedro introduce nuevos cultivos entonces desconocidos en su tierra, a las semillas que trajo de sus viajes, se unían las que le había mandado su amigo naturalista desde Madrid. En dichos cultivos se plantaron nuevos árboles frutales y se injertaron los viejos con tres técnicas: escudete, púa y corona, como se explicaba en la Cartilla Elemental.  Pronto sus huertas se distinguieron entre las que rodeaban la villa de Siles. Es lo que él pretendía, para interesar a sus paisanos hortelanos, que seguían con sus prácticas tradicionales desde el tiempo de los moros, los más reacios a las innovaciones.
No pasaba lo mismo con los labradores de tierras de secano, que mejoraron sus aperos para las labores: alzar, binar, terciar, cuartear y sembrar, como también decía la Cartilla. Esto fue posible, gracias a la habilidad de un herrero serrano, que en la forja siguió los dibujos de nuevas herramientas y arados que le dio el Perito. Que también enseñó el tratamiento de las semillas con lechada de cal, siguiendo las enseñanzas de la Cartilla, para prevenir las enfermedades más comunes de los cereales: tizón, carbonillo y roya.
Puede decirse, que en el pueblo de Siles, en la segunda decena del siglo XIX, se crea la Primera Escuela Práctica de Agricultura de la Sierra de Segura, gracias a las enseñanzas del Perito Agrónomo y Escribano, D. Pedro. Seguía el proyecto de las Sociedades Económicas de Amigos del País, promotoras de Escuelas de Agricultura, que nunca llegaron a los pueblos, por desidia de los gobernantes de entonces y los que le siguieron.
Posiblemente, aunque no se haya encontrado documentación que lo confirme, nuestro personaje, fuera el primer promotor de la expansión del olivar en los secanos de la Sierra de Segura. De las Relaciones Topográficas de Felipe II de finales del siglo XVI, se deduce, que las villas de la sierra donde se cita la producción de aceite, coinciden con las que tenían vegas, luego los olivos serían de regadío. A lo anterior puede añadirse lo que reiteradamente recoge documentación histórica sobre dicha sierra: “... el vino se trae de La Mancha y el aceite de Andalucía”. Que como se ha dicho, según los serranos, empezaba de Beas para abajo.
Aunque no se haya encontrado documentación de la época a la que nos estamos refiriendo, que confirme al Perito Agrónomo como promotor de la expansión del olivar en la Sierra de Segura, como se decía más arriba. Si se han encontrados documentos que acreditan a sus herederos como propietarios de olivares. Entre dichos herederos está su nieto D. Manuel Martínez Garrido, que en cartas a su hijo Félix, Notario de Baeza, mi abuelo, la da cuenta de las arrobas de aceituna de cada cosecha en sus olivares, así como del aceite conseguido. Olivares en el Término de Siles, sin duda plantados por su antecesor, D. Pedro.
En los tres años finales del segundo decenio del siglo XIX, se producen el nacimiento de sus dos últimos hijos, Manuel en el año 1817 y Juan de la Cruz en 1820. En marzo de este año, por Real orden se deroga la circular de la Marina de septiembre de 1814 y se vuelve a lo dispuesto por las Cortes en enero de 1812 relativo a los montes. De nuevo renacen las esperanzas de nuestro personaje, que aunque pierda el cargo de Escribano de la Marina, por fin se consigue lo que él anhelaba, la vuelta de un Gobierno liberal.
Con la entrada del referido Gobierno se reanuda la correspondencia con su amigo de Madrid, Antonio Sandalio. En la primera carta éste le decía, que como le pasó hacía años, nuevamente se había librado de la cárcel por las acusaciones de liberal en los años de absolutismo más duro. En cartas sucesivas le da cuenta del proyecto que le había encargado el Gobierno, la redacción de unas nuevas Ordenanzas de Montes.
En una de dichas cartas le pedía a su amigo un memorando sobre sus trabajos en Agricultura, incluyendo los del Ramo de Montes, para presentarlo en la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, se estaban creando cátedras de Agricultura, cuyos tribunales, D. Antonio Sandalio presidía. Si el memorando era estimado como presumía el amigo por la Comisión de Agricultura de dicha Sociedad, le avisaría por carta de la fecha de los exámenes para que viajara a Madrid y pudiera presentarse a los exámenes para las referidas cátedras. Así podía unir a su título de Perito Agrónomo, el de Catedrático de Agricultura.
A los dos meses recibió la carta en el que le comunicaba la fecha del examen, le decía, que por los gastos de su estancia en Madrid no se preocupase. Los integrantes de la Comisión de la que era presidente el Sr. Arias, encargada de la redacción de las nuevas Ordenanzas de Montes, después de leer el memorando, por unanimidad, acordaron que formara parte de ella, como especialista en el Ramo de Montes. Por esto el Gobierno corría con todos los gastos.
Como presumía D. Antonio Sandalio, su amigo Pedro Fernando hizo tan brillante examen para conseguir la cátedra de Agricultura, que el tribunal le felicitó.



[1] Elucidario: Seminario bio-bibliográfico. Instituto de Estudios Giennenses, Nº 4, 2007, pags. 93-100. En el año 2007 todavía no conocía el autor, que Juan de la Cruz Martínez Ruiz fue Gobernador Civil de la Provincia de Guadalajara, como se acredita en el «BOLETÍN ESTRAORDINARIO correspondiente al domingo 31 de marzo de 1872»

[2] Edición presentada por Jesús Cano Henares y publicada en Orcera, Jaén: Artes Gráficas Vera- Cruz, 1991. ISBN 84-604-0125-1. En dicha publicación se incluye un glosario de Emilio de la Cruz Aguilar.

[3] En los años a los que nos referimos, era corriente que se heredaran nombres de personajes significados de la familia, como es el caso de mi padre, Juan de la Cruz, y el mío, Enrique.
[4] En el año 1833 al publicarse las Ordenanzas de Montes, se anula la adscripción de los Montes de Segura a la Marina, desapareciendo el Ministerio de Orcera, de ahí lo de: “Acéfalo el establecimiento de los montes de Segura...”.
[5] Imprenta de D. José Trujillo, Madrid, 1855.
[6] Editado por el Ayuntamiento de Segura de la S., 1965
[7] Un cuadro titulado: VISITA DE LOS MONTES DE SEGURA, resumen del Inventario Forestal de 1789, se recoge en doble página del libro: Estudios sobre el Ramo de Montes.
[8] MONTES Revista de ámbito forestal, Madrid, Nº 63 Año 2001. Entonces no sabía, que también D. Pedro Fernando hace referencia a esa Escuela Especial Directiva de Ingenieros de Bosques, Aguas y Plantíos en un artículo del que es autor publicado el 9-07-1845 en EL CLAMOR PÚBLICO.
[9] Según el libro, HISTORIA DEL CUERPO DE INGENIEROS DE MONTES (García Álvarez A.), hasta el año 1855 en el que se crea el Cuerpo de Ingenieros de Montes, los Comisarios de Montes eran los Jefes provinciales de la Administración Forestal de aquellos tiempos. A partir del referido año, los Comisarios son sustituidos por Ingenieros de Montes, siendo la provincia de Jaén la primera en la que se realiza dicha sustitución, por la importancia de su riqueza forestal.
[10] Descendientes de la familia Sandoval, que ayudaron y apoyaron a Santa Teresa en la fundación del Convento de Carmelitas de Beas, costearon en parte las últimas obras de reforma de la Iglesia de dicho Convento
[11] Edición facsímil publicada por la Sociedad Española de Ciencias forestales y entregada a los asistentes al 5º Congreso Forestal Español, celebrado en Ávila en septiembre de 2009.
[12]  Lo encontró mi hermano Pepe, Registrador de la Propiedad, fallecido en marzo de 2010.
[13]. Rentas procedentes de los bienes entregados por los propietarios en las casas de la Encomienda o Pósito: diezmo de granos y ganados, primicias y otras gabelas. También rentas de los bienes concejiles o de Propios y de otros fondos públicos, como los del Tribunal de la Marina y otros.
[14] Mas cantidad que lo que cobraba anualmente un Escribano auxiliar de la Marina, que era 2.160 rs.
[15] Interventor y cuarta Llave de los Propios, nuevo cargo que amplía sus atribuciones como Escribano de Rentas de Pósito y de Propios. Éstas, rentas concejiles, recaudadas por los municipios de la venta de maderas y otros productos del monte (carbón, pez, frutos, etc.), así como del arrendamiento de pastos.
[16] Esta cantidad suponía el sueldo anual del Ministro de la Marina de Orcera y por lo que se dice en la Nota 14, D. Pedro, no sólo provocaría la envidia de los Escribanos de la Marina, también la del Jefe de éstos, el Ministro.
[17] El que en la comisión sobre enajenación de obras Pías no cobrase nada, puede deberse a sus ideas liberales y ser partidario de la Desamortización, había sido testigo de la primera, promovida por el Valido Godoy, precisamente para la venta de obras Pías.
[18] Esta cita textual, así como las siguientes, se sacan del documento: Copia nº 1 (1809-V-29) Informe del intento de los cohechos y fraudes a los caudales de propios de Villarrodrigo. En este Informe se basa el relato que sigue a esta Nota, resumen del enfrentamiento entre D. Pedro y Venegas. Informe que puede visualizarse por INTERNET en el Archivo Histórico Nacional, expediente con signatura “CONSEJOS, 12001, Expediente 68”. También se puede visualizar al estar parte de él trascrito en páginas históricas del Ayuntamiento de Villarrodrigo.
[19] La página web del Congreso de Diputados ha publicado las actas de las Sesiones de Cortes, donde consta que en la sesión secreta de 18-01-1811 se aprobó “el proyecto de D. Pedro Fernando Martínez sobre la defensa de las Sierras de Segura y Alcaraz....”.
[20]Los caballeros de Sierra en unas ordenanzas del siglo XVI”, Emilio de la Cruz Aguilar, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, ISSN 0210-1076, Nº 59, 1980, pags. 123-138.
[21] No conocemos si los resultados de las visitas a los Montes de Segura se encuentran en el Archivo de la Marina del Viso del Marqués. Los autores que recogen dichos resultados en sus publicaciones, no hacen referencia del Escribano de la Marina ni a los libros de su hijo, por esto no es extraño que nuestro personaje haya permanecido en olvido durante tantos años, incluso para sus paisanos. 

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