Anales I I Rituales y ofrendas del mundo vegetal




RITUALES Y OFRENDAS  DEL MUNDO VEGETAL





          La identificación del mundo con la naturaleza y sus ciclos biológicos es tan vieja como el género humano, cuyas creencias más primitivas se basan en < la Gran Madre dadora de la vida asimilada a la tierra que genera el fruto de la cosecha>, y la imagen de la vida humana es similar a la semilla que se entierra y renace en la nueva cosecha. Idéntica idea tiene el hombre del Dieus pater que personifica la bóveda celeste y los fenómenos atmosférico –dieiuos-, de donde procede el nombre del Deus latino y el español Dios.

      Con estos antecedentes no puede extrañar la íntima vinculación existente entre los mundos religioso y vegetal, que se muestra en la subsistencia de ritos y devociones que aún hoy permanecen vivos entre nosotros, desde que hace muchos milenios los crearan los antiguos habitantes del planeta tierra. 


2.1 Ritos sagrados

Son varias las ocasiones del calendario anual en que ritos religiosos y ofrendas vegetales están presentes en la vida de la comarca serrano-segureña, en los que destaca el ciclo primaveral, cuyo origen pagano fue cristianizado por la Iglesia haciendo olvidar sus raíces primitivas.
Entre ellos se cuenta la fiesta religiosa del Domingo de Ramos, como una personificación de las fiestas antiguas donde la vegetación revive su ancestral simbolismo de la fertilidad y del amor, que ha derivado en la actual fiesta litúrgica cristiana de la en la misa de la festividad en que comienza la Semana Santa.

Ramo seco de tallos de oliva protector
de una casa y sus moradores
En las comarcas de tradición olivarera la fiesta sacra se realiza con ramos de oliva y esporádicamente de palmera que portan las autoridades, con los que una vez bendecidos, se hace una pequeña procesión ritual por los alrededores del templo para expandir por el lugar los efectos benéficos de los ramos ya sacralizados por el agua bendita. En otros lugares, durante la procesión del domingo de Ramos que representa la Entrada de Jesús en Jerusalén, al paso de la imagen de Jesús montado sobre un asno los fieles arrojaban a las andas ramos de olivo, romero, tomillo y otras plantas, que después recogían con unción por creer que el contacto con la imagen les había comunicado sus efectos benefactores, para colgarlos en puertas, balcones, ventanas y en el interior de la casa, arcas y baúles, como amuletos protectores contra la introducción de males o desgracias en su hogar, o para que el diablo no penetre en el hogar, como dicen las mujeres del cercano pueblo de Montiel. La acción protectora de los bendecidos el domingo de Ramos se extiende también hasta los campos cultivados, donde los labradores hincaban tallos de los ramos de olivo para librar a las siembras de langostas y sequías.

Otra ocasión propicia al uso ritual de las plantas es la fiesta del Corpus o Día del Señor,  celebrada en España por primera vez en Toledo en 1280, y generalizada en el siglo XIV como representación similar a los autos sacramentales que brillaron los siglos XVI y XVII.  

          El culto público divino que se dispensa al Santísimo el día del Corpus, personificado en la Hostia que se procesiona en la custodia por las ciudades, da lugar a la preparación y ornamentación de los balcones de las calles del recorrido con banderas y colchas bordadas, y la instalación de altares callejeros montados de forma espontánea por los vecinos con sábanas, paños y vistosos encajes, engalanando las calles con abundancia de macetas y motivos florales, al igual que los altares provisionales, cuyo acceso presenta una tupida alfombra de plantas aromáticas recogidas en el monte, por donde ha de transitar el sacerdote portando la custodia sin pisar el suelo para hacer estación posándose en el altar, donde los fieles le rinden un breve acto de reverencia con cánticos y oraciones. Plantas ornamentales y olorosas que se recogen de montes y campos como el cantueso, tomillo, romero, mejorana, hinojo, retama en flor, serba y otras que tapizan el suelo.

          La previa preparación y embellecimiento del recorrido callejero procesional que los fieles efectúan, crea un círculo de cooperación intervecinal que de mutuo acuerdo transforma el recinto urbano para acondicionarlo a la presencia de la divinidad. De esta forma los motivos vegetales de la naturaleza invaden las calles de ciudades y pueblos y se hacen presentes en los actos rituales del Corpus, como un elemento fundamental de la celebración que crea un espacio mitopoético, reunificando lo rural y lo urbano en un mundo homogéneo y coherente que no se limita al espacio urbano sino que abarca al entorno campestre próximo, estableciendo de esta forma un universo propio donde la naturaleza recupera su papel de ecosistema para envolver en su seno a la población y presidir la vida del individuo, a manera de un escenario cósmico único donde se funden el hombre, las plantas y la divinidad.

Otro tanto ocurre con las imágenes que personifican en cada localidad a la patrona o a santos locales que gozan de la devoción de los fieles, donde intervienen asimismo las ofrendas florales para exornar las andas, que si bien ahora se adornan con centros o conjuntos de claveles, rosas o azucenas preparados en floristerías al efecto, tradicionalmente se han realizado con plantas olorosas y flores naturales propias del momento de la festividad del santo. Entre ellas sobresale en la comarca segureña el empleo de plantas y flores perfumadas como la albahaca, clavellinas, lilas, lirios y rosas, retama florida, hierba de la virgen, zapaticos del Señor u otras, cuya principal virtud radica en su naturaleza silvestre y por tanto no cultivada, producto de aparición espontánea y crianza natural en el campo sin la menor intervención del hombre. En este aspecto hay que destacar la gran importancia que ha tenido el uso de la albahaca en el adorno de los tronos y la andas de la patrona de cada lugar durante su procesión, cuyas ramitas se reparten después los devotos como apreciado recuerdo impregnado del halo virginal.


2.2 Fiestas de la vida

El culto a los árboles y a la fertilidad primaveral de tiempos anticuados tiene continuación en las fiestas de las enramadas, mayos, ramos y jornadas festivas que forman parte de las denominadas en las que intervienen hierbas, flores, ramos, árboles, varas, ramas, cañas, juncos, pajas, macetas, arbustos, etc. como herencia directa de los antiguos cultos a la vegetación. Estas conmemoraciones, que tan profusamente se han venido celebrando en toda España para simbolizar el amor y la fecundidad, se remontan a épocas antiguas en que la península ibérica contaba con una vegetación abundante.

          En la Sierra de Segura no hay pruebas documentales fehacientes que demuestren la celebración de la fiesta del Mayo al modo clásico, con la colocación en la plaza de los pueblos o a la puerta de la iglesia de un gran árbol adornado alrededor del cual se festejaba la primavera, ni tampoco la Maya u otras plantas arbóreas,  aunque tal posibilidad no deba descartarse dada la naturaleza montañosa arbolada del territorio y la importancia del bosque y la madera en la vida del pueblo serraniego, que se refleja en los cantos de las antiguas Hermandades de las Ánimas en la zona de Santiago de la Espada.
En el altar de la iglesia
hay un arbolito en flor
en cada ramita un ángel
y en medio nuestro Señor

En localidades próximas, como Bienservida, Alcaraz, Yeste y alguna otra que participan de la naturaleza montañosa de la comarca segureña, se recogen algunos testimonios que avalan la existencia de los mayos y de las coplas y cantares que entonaban a la puerta de la iglesia, dirigidas a la Virgen la noche del 30 de abril, de donde se desprende la posibilidad bastante real de que tales actos s tuvieran asimismo lugar en siglos pasados en las villas viejas de la comarca en las poblaciones de Segura de la Sierra, Siles y quizás Hornos.

          Otro de los ritos antiguos de las comunidades humanas es el que se denominaba o ramo de San Juan en honor de novias y enamoradas, que se han celebrado en los todos pueblos de la comarca serranosegureña hasta hace unas décadas solamente, cuyo recuerdo aún conservan las personas mayores.


2.3 Culto a la naturaleza

          Son muchas las ocasiones en que el hombre utiliza las plantas y los árboles como elemento litúrgico, cuyo uso originado en muy antiguas épocas fue asumido y continuado por diferentes doctrinas y religiones. La tradición habla del árbol del Edén, del Mundo, de la Ciencia y otros, cuya fuerte carga simbólica ha llegado incólume a nuestro tiempo, siendo varias las aplicaciones en que hoy se emplea fundadas en la simbología que se le ha atribuido, persistiendo en el tiempo su presencia como figura mitológica en el ámbito político en el caso del árbol de Guernica en el País Vasco y otros lugares. 
          En el campo mágico-religioso los símbolos y valores alegóricos que encarna el árbol parten de la semejanza entre especie humana y árbol como elementos vitalicios y su concepción como signo generador, dispensador de abundancia y de conocimiento, y aún como representación del sol y la luz que guía la vida de los hombres, ideas que siguiendo la tradición el cristianismo ha mantenido vivas en el área cultural a que pertenece Europa y España. Baste recordar que la Biblia cristiana se hace eco también de estos principios y de la gran influencia del árbol de la vida y del árbol del bien y del mal. Un hecho que nada tiene de extraño sabiendo que la participación del árbol en los pasajes de la vida de Jesucristo es usual, comenzando con la cuna que su padre José el carpintero le haría con las tablas de un tronco.


2.4.2 Cruz de Mayo

La fiesta de la Cruz deriva directamente de la antigua fiesta pagana del Mayo o de la Maya, que el día primero de mayo celebraba la muerte y resurrección del espíritu de los árboles, que se ha practicado en toda España plantando un árbol el último día de abril en la plaza de ciudades y pueblos, o vistiendo un altar en calles o plazas donde se entronizaba una niña, doncella o mujer lujosamente vestida a las que se solían elegir como reinas de mayo, para simbolizar la primavera. Esta fiesta adquirió en las ciudades un gran esplendor y en sus barrios se seleccionaba a la más hermosa joven alhajada y vestida con gran pompa, que se emplazaba coronada con una diadema de flores en lo más alto de la grada adornada con plantas y guirnaldas o al pie del árbol del mayo, donde tenían lugar grandes bailes de preponderancia femenina. Se procuraba que la maya elegida no pasara de los 20 años y en caso de igualdad de belleza se prefería la de menor edad y de piel más blanca, quién el día primero de mayo era acompañada por una comitiva formada en dos filas por las jóvenes vestidas con suntuosidad portando guirnaldas precedidas por los músicos hasta el trono del altar, conocido como . Las danzas y coplas que se interpretaban a su alrededor eran de letras a veces atrevidas y escandalosas, siendo prohibidas por los clérigos y autoridades eclesiásticas, llegándose en muchos lugares a celebrar uniones o matrimonios entre mayos y mayas en forma burlesca, cuya gala festejaba en tiempos pasados a la diosa Venus, emparejándose mozos y mozas hasta la noche de San Juan.

Por su parte los mozos cantaban los mayos a la Virgen en la puerta de la iglesia -como todavía se sigue haciendo en Alcaraz o Bienservida-, antes de cantarle a la maya de su elección en la puerta de su casa, en un ritual donde la Virgen simboliza el papel de la mujer y la novia. La razón de esta fiesta de la primavera era la concertación de matrimonios entre los jóvenes de la localidad que solía efectuarse los días de Jueves Santo o de la Cruz de Mayo, en la denominada estación del amor.

La cristianización de esta antiguas fiestas idólatras la lleva a cabo la Iglesia con la creación de la fiesta litúrgica de la Cruz de Mayo y con la celebración del ejercicio piadoso de la ofrenda de Flores a María, o Flores de Mayo en loor a la Virgen María que se realiza en el templo durante todo el mes. Ambos actos religiosos transforman los viejos elementos del árbol y las enramadas de las fiestas antiguas por la figura de la cruz y las plantas silvestres olorosas y florales, sustituyendo los fines paganos por otros nuevos que tienen a la Cruz y a la Virgen como destinatarios.

La erección de las cruces de mayo –que en la comarca segureña se denomina vestir la cruz-, crea un lugar sacro enmarcado dentro de un escenario naturalístico vegetal, que supone una reminiscencia histórica donde se refunden los viejos rituales del mundo primitivo y los nuevos ceremoniales cristianos, como una  costumbre se ha practicado en toda la región. La Cruz goza de gran veneración en todos los municipios comarcanos, constituyendo el motivo central de la fiesta en la aldea de Trujala, siendo muchas las mujeres que visten la Cruz en su casa cada año, o bien por una promesa concreta en muchos poblados de la zona. La instalación de la cruz proliferó por muchos lugares españoles con una duración variable que va desde uno o dos días, hasta varios y aún el mes entero, como ocurre en la ciudad de Córdoba o Granada. La Cruz de Mayo exornada con mantones de colores, telas blancas bordadas, velones, alfombras, y los barrocos aditamentos de objetos de primorosa artesanía, encajes, calados, espejos, estampas o cuadros, objetos vistosos, platos de cerámica y cacharros de cobre, recubierta la estancia con plantas verdes de romero, tomillo o mejorana y ramas de pino, sirve armónicamente como espacio mágico-religioso y lugar de oración para personas mayores y de lugar de encuentro y emparejamiento de los jóvenes de ambos sexos, quienes concurren a los bailes nocturnos que siguen a los rezos, letanías y oraciones. La cruz cumple también otros fines comunitarios como marco de convivencia y solidaridad, al ser ocasión que permite visitas de vecinos y curiosos que acceden a la casa donde se ha puesto la cruz, aunque no tengan relación alguna con los dueños de la vivienda.
  
En algunos lugares en dicha festividad se hacían procesiones con la Cruz hasta el río o una fuente, donde se introducía en el agua, tras lo cual las mujeres llenaban recipientes para usarla en los hogares una vez santificada, como recuerda Genaro Navarro en La Puerta de Segura antes de la guerra civil. Acabada la procesión al regreso al templo se colgaba en la puerta de la iglesia un ramo de espigas verdes de trigo y cebada que llamaban , como homenaje primaveral y en recuerdo de la entrega de las antiguos primeros frutos recogidos.

Algo parecido tenía lugar en la zona de Yeste, donde introducían  cruces de vegetales en balsas o fuentes de agua a las tres de la tarde, hora ritual de la muerte del Señor según se cree, para santificar el agua y dotarla de unos efectos benefactores, cuyo uso de repartían después en turnos los campesinos para regar sus tierras, en la creencia de que aumentaba el tamaño de los frutos y hortalizas y mejoraba el rendimiento de las plantas, transponiendo al campo la gracia del rito sagrado.


2.3 Ritos funerarios

Uno de los momentos cruciales de la liturgia de la Iglesia es el periodo cuaresmal y en concreto el que conmemora la pasión y muerte del Señor en la Semana Santa. Dentro de este ciclo penitencial el acto central de mayor énfasis lo constituye la muerte de Jesús, que se representa con el traslado en el interior del templo de la Sagrada Forma desde el altar mayor al Monumento que se  monta cada año con este objetivo. El altar mayor desprovisto de objetos del culto y con las imágenes ocultas tras cortinas moradas viene a  simbolizar la muerte del Señor, que hasta su resurrección reposa en el Monumento que se instala a este fin en una capilla lateral del templo parroquial. El Monumento es una especie de túmulo funerario de creación y diseño popular y duración temporal que siguiendo la costumbre habitual montan o visten las mujeres de la localidad por su propia iniciativa, por lo general en forma piramidal con enseres y tejidos valiosos aportados por ellas mismas, en cuyas gradas lucen toda clase de sedas, telas vistosas, luces, candelabros, arbustos y floreros de elegantes ramos con predominio de los colores blancos. En el bello catafalco austero y funeral destacan a los pies de las gradas varias plantas de elegante factura y coloración delicada y original. Son los tradicionales que las mujeres serranas han plantado con ilusión y desvelo en la oscuridad de sus bodegas y alacenas, a base de semillas de trigo, cebada, habichuelas, garbanzos o lentejas criadas en tarros sin tierra en un ambiente de silencio, soledad y con las tinieblas de las sombras, que obligan a crecer hacia arriba los altos tallos dorados, formando un conjunto de finas cañas de tonos ambarinos de una extraña belleza y distinción que las mujeres recogen y adornan con cintas de color para realzar su inigualable hermosura destinada al adorno del Monumento. El plato nacido y engalanado es el más sublime obsequio que la naturaleza dulce y virginal puede ofrecer, como una obra de esmerada artesanía, cuyo nacimiento y crianza semeja emerger de las sombras del origen del tiempo, mientras sus delicados pistilos parecen sintetizar el camino y la evolución del mundo y conmemorar la aparición de la luz sobre la faz de la tierra. Ofrenda que constituye el testimonio simbólico de la fusión de la naturaleza con la divinidad refundando el hálito del cosmos.

La costumbre de estos platos germinados en la oscuridad se detecta también en el sur de Italia, y su origen quizás podría derivar del culto al dios romano Adonis, que personifica la vegetación de la primavera, en cuyo honor se plantaban tiestos en la antigua Hispania en tiempo del emperador Diocleciano (284-305), llamados , que simbolizaban la renovación de la naturaleza por el ardiente sol estival (Blázquez. La Romanización, 244), y en los del antiguo Egipto, y por ende la resurrección de los seres vivos y la vegetación, que se celebraba en procesión donde los devotos caminaban con los pies desnudos hasta la gruta donde se celebraba el culto, que comprendía el arrojo de muñecos del dios muerto a los pozos, tomando las plantas un carácer funerario. Rasgos que las mujeres del mundo rural  han conservado durante milenios en la memoria histórica del subconsciente, hasta llegar a nuestros días, cultivando legumbres en la oscuridad para ofrecerlas al Dios que muere y resucita.
Al-Saquri

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